sábado, 16 de julio de 2011

PROCESIONEROS (Página nº73)

No sé si Daimiel es un pueblo religioso, católico en concreto, que me parece que cada vez menos, pero de lo que no cabe duda es que es un país procesionero. Cuando vienen compañeros de trabajo de otros lugares y terminan afincándose aquí comentan sorprendidos que siempre andamos de procesiones. Y ya lo creo que es verdad, nos apuntamos a un bombardeo, pero un familiar me corrige y cuenta que en Torralba, con casi cincuenta cofradías supera en procesiones a nuestra localidad, lo que nos situa en una franja alta del procesionismo pero algo lejos de esta élite procesional.




Lo cierto es que, parece, que al final prevalece la parte más folclórica de la religiosidad, esa que muestra la pertenencia a través de bandas, medallas, estandartes, cetros, túnicas, etc... mientras ese sentido religioso más profundo e íntimo, en quienes lo posean, adelgaza progresivamente. Nos vamos quedando en los santos y vírgenes, con su ceremonia, su boato, apariencia, mientras la religiosidad más profunda se diluye y sólo parece verdaderamente anclada en una minoría real.

Sí, digamos que los pueblos, los ciudadanos, y también ocurre en Daimiel, van sufriendo un cierto desapego de los valores de la Iglesia y, en cambio, cada vez más nos aferramos a esa chatarra espiritual, y perdonen lo despectivo de la expresión por mí así sentida, que terminan por ser las numerosas procesiones que recorren, por decenas, las calles de nuestros pueblos.

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