Sinceramente, no me gusta que esto también sea Daimiel. Pero anoche, cuando caminaba junto a mis amigos, ver esa pintada sobre el cierre metálico de un bazar regentado por personas de esa nacionalidad me causó una indignación y un malestar que difícilmente puedo expresar. Sé que podría consolarme pensar que todo se debe a la estupidez de algún energúmeno aislado, que no es el sentir general, que vivimos en un lugar donde no ha prendido aún esa peligrosa llama de la xenofobia. Pero tampoco me ha dado un ataque de ingenuidad tal como para conformarme con tan pueril explicación, y la pintada está ahí como hay otras "svasticas" pintadas repartidas por el pueblo.
Tampoco sé si hay pintadas semejantes en algún otro negocio regentado por extranjeros. Ya el hecho de que exista la que ilustra esta entrada me parece suficientemente grave para hacernos reflexionar sobre un asunto que pone en el objetivo de criminalizar a personas y colectivos injustificadamente, culpándoles de algo que, en cualquier caso, no se debe a ellos.
El odio al extranjero, como otros odios, se suelen explicar desde una base de prejucio, simplismo e inferioridad. Suele ser tan sencillo como no hacer nada y culpar a quienes sí lo hacen partiendo desde el convencimiento de sentirnos mejores que los demás por el simple hecho de ser nosotros. Por eso es fácil atribuirles a otros las culpas de lo que nos pasa o el origen de nuestros problemas, para no tener que admitir nuestra alicuota parte de responsabilidad.
Ahora que muchos españoles, como antes otros, tienen que ser extranjeros en otras tierras, han de saber en propia piel que esa singladura nunca será fácil, y no lo será porque, como aquí, en otros muchos lugares muchos extranjeros tienen que arrostrar el prejuicio sin haber hecho ningún mérito para tener que llevar esa carga a las espaldas. Por eso me indigna, porque el impresentable de turno, pero también quienes comparten el espíritu de esa pintada, ni siquiera se han parado a pensar en las personas, en su situación, cuando terminan estableciendo que alguien, por el solo hecho de no haber nacido aquí, merece su odio y su desprecio. Pero a la vez, mientras esa pintada siga ahí, ofrece la imagen de que en Daimiel compartimos ese sentir porque no se hace nada por eliminarla, y desde luego a mí me hiere los ojos lo escrito y me duele que alguien pueda creer, generalizando, que nuestra localidad pueda ver aceptable algo así.
Por mi trabajo tengo que tratar en ocasiones con extranjeros. Yo quiero ver personas, veo personas, y no me da la gana sentirme mejor que ellos por ser yo de aquí. Ese es el problema, esa superioridad sin fundamento que suele anidar en las cabezas más estúpidas porque es un pensamiento tan simple, tan simple, el del odio al extranjero, que cala con la facilidad de no tener que reflexionarlo, alpiste de fácil digestión que puede dar lugar a lo que no queremos.
Sinceramente, no me gusta que esto también sea Daimiel, no quiero que aquí se dé lugar a estas cosas.