España tiene una monarquía parlamentaria pero, en realidad, lo que aquí funciona sistemáticamente es esa República Independiente de "Mis Güevos" personal que se traduce en ese pensamiento cerril de que uno está por encima de las leyes, los modos y las formas y nada puede poner límite a las propias decisiones.
La base de este pensamiento es "mi libertad", no la libertad, solo la mía, la de cada individuo como base de actuación. Ese hacer lo que nos sale de los cojones es solo la manifestación verbal de este pensamiento cerril que entiende que las leyes solo son una barrera molesta, una limitación a nuestra libertad ilimitada, algo que sistemáticamente debemos pasarnos por el forro aunque intentando, eso sí, que no nos pillen.
Es evidente que esta forma de entender las cosas siempre choca con los demás al encarnar ese pensamiento egocéntrico donde el resto queda subordinado. Asoma, por supuesto, esa chulería, esa jactancia pueril, esa fanfarronería que se traduce en la recurrente proclama de que nadie va a venir a decirme a mí lo que puedo o no puedo hacer o esa otra de que con mi libertad hago lo que me sale del nabo, tan españolísima como estúpida.
Eso explica a la perfección que en España las leyes sean una imposición que hay que tratar de esquivar, porque no hay un concepto social de que las leyes no solo nos protegen sino que apuntalan la convivencia. Por eso es fácil explicar, también, que los comportamientos contra esa convivencia apenas causen molestar social y que estemos acostumbrados a la laxitud disciplinaria, a la flojera policial ante esas maneras asociales. Aparcar donde a cada cual le da la gana, abandonar las heces de los perros en la vía pública, montar botellones en parques públicos donde está prohibido, circular con bicicletas por dirección prohibida o en zonas peatonales poniendo en riesgo a otros, llenar fachadas de pintadas, etc... son solo una muestra mínima de lo que sucede y de la inhibición habitual de quienes deberían censurarlo. Ya ni entro en comportamientos aún peores a lomos de esa mentalidad cerril, sí cerril, que no me cansaré de repetir.
Porque ya saben, vivimos en la República Independiente de "Mis Güevos", un concepto precario de convivencia extendido en éste nuestro país. Todo al final tiene su lógica explicación ya que, desde luego, lo que no parece tener es remedio.
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