Hoy, 16 de Abril, se celebra el Día Internacional contra la Esclavitud Infantil, algo que queremos creer que nos resulta ajeno, lejano, pero del que el mundo civilizado, ese Primer Mundo económico tiene mucha responsabilidad. Mas que no poder verlo es que no queremos ser conscientes de una realidad que cada año consume millones de víctimas, también en nuestro país, una legión de invisibles que ven sometida su niñez a explotación, a veces sexual, a veces para la mendicidad o la comisión de delitos.
Digo invisibles, sí, porque hasta las estadísticas oficiales minimizan el impacto de esta explotación, como si la ceguera administrativa no pudiese aceptar que se produjera entre nosotros. Pero la invisibilidad no implica inexistencia, sino al contrario, puede ser invisible porque sucediendo preferimos no ver o no intentarlo, lo cual es aún más grave porque deja en franca indefensión a todos estos menores explotados.
A veces una estrategia para no mirar en corto es mirar en largo. Me explico, lo que nos parece oculto aquí se despliega en toda su sordidez allende las fronteras. Allí niños y niñas recogen chatarra en los vertederos, cosiendo balones o prendas por sueldos miserables, trabajan en la extracción de minerales en condiciones infrahumanas, son prostituidos para saciar el hambre depredador de los delincuentes sexuales, explotados por las mafias para delinquir o mendigar, reclutados como soldados para sus derivas guerrilleras, etc... pero nos lo muestran tanto como para terminar por banalizar ese horror, naturalizarlo como algo que es normal que pase en esos países pobres, miserables, como si se lo hubieran buscado. Se nos llenan tanto los ojos con aquellos abusos, de los que nos sentimos distanciados en las soluciones, que ya ni deseamos mirar a nuestro alrededor y con ello condenamos a aquellos pero también a estos que tenemos cerca, en nuestro país.
Efectivamente mucha gente trabaja para revertir todo esto, mucha gente de gran valía, desde los mismos países o a través de voluntariado, pero el problema es de tal gravedad que todo ese trabajo es insuficiente y hay que reconocerse como pasivos a muchos gobiernos y gran parte de la población, lo que hace necesario ya no solo colocar este día internacional en el intenso calendario reivindicativo sino mentalizar y movilizar a cuanta más gente mejor para ir avanzando en esta lucha con esa forma de esclavismo moderno que se ceba, principalmente, con los más vulnerables, como son infancia y la mujer.
Hay que ver, observar, denunciar, pelear, exigir actuaciones, cambiar las condiciones, rebelarse. Solo así puede cambiar la realidad de tantas víctimas.
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