Si me pidieran un consejo personal les diría que huyan de una persona celosa al menor signo de muestra. Nada que te pueda suceder a su lado puede ser bueno salvo que te pliegues a sus obsesiones, sus inseguridades, sus ruindades, sus neuras, sus manías...y eso, ya en sí mismo, no puede ser bueno.
He conocido a algunas personas celosas y logran llevar el infierno propio a quienes más dicen querer, en una retorcida manera de concebir el amor que es todo menos eso porque si fuera verdadero amor no cosificarían la relación, no harían sufrir a quienes les aman ni permitirían que la convivencia con ellos pasara ineludiblemente por plegarse a su enfermizo comportamiento o sucumbir a él.
No creo en el poder redentor del amor en el tema de los celos. Lo siento, no me creo que un celoso deje de serlo como no creo que esa ingenua aspiración redentora que abrazan, con frecuencia, sus parejas enamoradas termine siendo exitosa. Ni creo en los "celos buenos", esos que pueblan las inseguridades y que tratamos de asumir como bálsamo. Y no es que crea que un celoso no tiene derecho a querer tanto como a ser querido, de lo que dudo es que tenga la capacidad de ser generoso en el amor, que sepa asumir que ese sentimiento sea incondicional y no sometido. En su descargo, quizá, diría que ser celoso no es una elección consciente, que me parece sobre todo una patología de esas en las que el enfermo no aspira a ser consciente de que necesita ayuda médica, terapia, y que, en tanto, se halla "incapacitado" para amar.
Me llama mucho la atención que, a pesar de que los tiempos van cambiando y progresamos en las relaciones, los estudios y encuestas nos hablan de que entre los adolescentes se produce un porcentaje preocupante de relaciones envenenadas por los celos, por su siniestra dinámica que alcanza en muchos casos la violencia psicológica y física y que se materializa aún más cuando uno de los dos trata de soltar cabos y escapar de una relación tóxica, tortuosa, asfixiante. Pero es que, aunque no lo queramos reconocer, los celos no siempre fueron mal vistos socialmente. Al contrario, curiosamente llegaban a concebirse como una cierta obligación moral, una manera de manifestar el valor que se otorgaba a la relación, y por tanto se mostraban muy permisivos, salvo cuando ya sobrepasaban unos límites admisibles, hasta el punto de que, a nivel familiar o de amistad, se silenciaba sin desagrado ese tipo de conductas, y cambiar esto termina costando mucho tiempo y muchas víctimas.
Pero yo lo tengo claro, de un celoso solo cabe poner distancia, no hipotecarse a una relación que no saldrá bien para ambos, que causará estragos, dolor, sufrimiento, cicatrices morales y que tenderá a condicionar la vida de uno de ellos obligando a la renuncia, al aislamiento, a la mutilación moral para esquivar problemas y permitir que solo así nada altere la sensación de control del celoso.
Los celos no son un juego, una canción, un ramalazo. Los celos duelen y mucho. A uno, a veces a los dos, pero solo suele haber una víctima inocente.
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