sábado, 2 de abril de 2016

SELECTIVIDAD Y RAMADÁN (Página nº 3561)

Leo que la Comisión Islámica Española (CIE) ha solicitado adaptar el calendario de exámenes, destacando la llamada popularmente "selectividad" al Ramadán, que durante los tres próximos años coincidirán con gran parte del mes de junio y primeros días de julio, y la verdad es que de nuevo me asalta esa duda entre la conciliación y la laicidad y termino por decantarme por esta última por diversas razones:
 
Atender una solicitud puntual, enmarcada en un tiempo concreto, no parece una concesión imposible, provenga de quienes provengan, pero lo cierto es que nos movemos en un terreno complejo porque la decisión de modificar fechas afecta claramente a todo el proceso ulterior, y en el caso de la "selectividad" lo que viene a continuación es un proceso largo, complicado, que en ocasiones se prolonga, para la asignación de plazas en universidades, incluso a los primeros días de octubre. Eso por no señalar que el propio calendario del curso que aboca a dicha prueba de acceso a la universidad ya está muy condicionado por la propia prueba y no casa estar sometido aun calendario cambiante como en este caso el Ramadán. Y en este caso no hablamos de una fecha inhábil sino todo un mes, en una incidencia que afectaría a la totalidad de estudiantes para conciliar la situación de un porcentaje mínimo de estudiantes musulmanes , lo que me parece que hace la petición inviable.
 
Aún más inabordable cuando los calendarios de estas pruebas selectivas y procesos son diferentes en calendario y procedimientos entre las propias comunidades autónomas, lo que ya sin este tipo de condicionantes provoca suficientes conflictos para el propio desarrollo.
 
Pero además de la consideración de ser una solicitud puntual queda en el aire que marcaría un precedente complicado porque no olvidemos que las sensibilidades religiosas presentes en España son cada vez más y sus posibles exigencias casi inabarcables a poco que se abriera la espita para atender demandas en función de esas creencias. En tanto la laicidad es una, iguala, establece un equilibrio lógico en las relaciones administrativas, formaliza un sistema que filtra estas peculiaridades, cada vez más notorias.
 
Sinceramente, en un estado laico los procesos administrativos debieran estar lo más ajenos posibles a las particularidades de todo tipo, a la intromisión de estos elementos religiosos de todo tipo y que responden mucho más al ámbito privado y personal, totalmente respetable pero que no debería interferir en decisiones que afectan a la totalidad al margen de sus creencias, y no solo las religiosas.
 
Habrá quien diga que ya interfieren, desde siglos, que aparecen en la propia confección del calendario laboral o el escolar, pero la tendencia debe ir, en mi opinión, justo en la dirección de racionalizar calendarios de modo que se vaya desprendiendo de esos condicionantes y no en la dirección opuesta de introducir nuevos elementos condicionantes para adaptarse a la presencia de otras sensibilidades religiosas o de cualquier otro tipo.
 
Creo que no prosperará la petición, que recuerdo que no afecta solo a la "selectividad" sino que se extiende a todo tipo de exámenes, y además estoy convencido de que no debiera prosperar., con todos mis respetos a las creencias existentes.
 
 
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viernes, 1 de abril de 2016

NI MORIR SE PUEDE TRANQUILO (Página nº 3560)

Me lo han ofrecido alguna ve pero siempre me he negado, quizá porque mis padres siempre desoyeron la oferta o como una forma de ignorar lo que suceda, pero eso del "recibo de los muertos" creo que forma parte de una forma de concebir la vida muy de nuestra tierra, donde está muy extendido eso de pagar cada mes el recibo que garantice el pago de los gastos, muchos, cada vez más, que supone morirse, porque hasta el dejar de existir está fuertemente mercantilizado y aseguradoras, funerarias y ayuntamientos quieren su parte del pastel.
 
Muchas veces, cuando estaba en casa de amigos, llamaban a la puerta y alguien decía: ¡Mamá, el de los muertos! y allí que iba la madre en cuestión con el dinero apartado para pagar aquella cantidad, quizá pequeña pero perpetua, porque una vez comenzado a pagar ya no había vuelta atrás.
 
Cuando murió mi padre, ya hace quince años, me pasaron a enseñar unos ataudes, dos o tres. Al decirles yo que mi padre no tenía seguro me pasaron a otra habitación donde había mucha más variedad de maderas y diseños. Pensé, recordando a los pagadores de aquel eterno recibo, "toda la vida pagando para que te ofrezcan unos modelos básicos, elementales, rutinarios", aunque luego, claro, la lógica se impuso para reafirmarme en que llegados a ese punto que más daría tanto diseño y prestación para el propio finado.
 
Pero supongo que vivimos demasiado hacia afuera, que nos gusta ese cierto alarde post-mortem, o acaso a nuestros familiares, y hemos magnificado la muerte de esa manera ceremonial que cada vez hace más prohibitivo morirse, porque ni eso se puede hacer tranquilo, al margen de tasas, impuestos, espacios y ceremonias, y quedar solo en el recuerdo de quienes de verdad te quisieron.
 
 
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DERECHO A SER PROTEGIDOS, DERECHO A QUE SE NOS PROTEJA (Página nº 3559)

Antes que otra cosa me gustaría decir que estoy a favor de que exista una legislación que ampare al menor de edad, a que las leyes protejan a los menores en posición de vulnerabilidad y hasta de sí mismos, como ocurre en ocasiones, pero entiendo que también el resto debemos ser amparados por la ley frente a los excesos de los menores y entiendo que el espíritu de la ley también va por ahí.
 
¿Entonces?
 
Como suele ocurrir en nuestro país las cosas fallan cuando se destacan los aspectos más interesados y destaca, en este caso, la supuesta impunidad penal de los menores ante sus acciones, sobre todo cuando éstas no parecen proceder de la propia situación de vulnerabilidad sino de esa sensación de poder trascender la ley.
 
El problema es que planteamos los juzgados como la referencia fundamental para evaluar la ley y olvidamos que por el camino va quedando la suma de muchos errores e inacciones que, sin duda, de no producirse reducirían y mucho la incidencia de casos que terminan alarmando a la sociedad.
 
¡Ojo!, entiendo que toda acción debe tener una respuesta pero si atendemos a estos menores que se ven involucrados o son parte activa de delitos en la mayoría hay un perfil de familias desestructuradas, absentismo escolar, carencia de valores, rechazo social, ausencia de inteligencia emocional, sentido de pertenencia a clan, etc... y en la inmensa mayoría de casos hay un rastro desde mínimas edades que se van dejando pasar, sobre lo que no se actúa, hasta llegar a una situación insostenible y ya no sé si irreversible en muchas situaciones.
 
Los ayuntamientos, desde los servicios sociales, conocen las situaciones de vulnerabilidad de esos menores, la desectruturación del núcleo familiar, y mientras no se trabaje sobre parámetros correctores en ese ámbito difícilmente parará esta maquinaria que produce niños y niñas en riesgo de exclusión y por tanto alimentando esa vertiente marginal. También se conoce el absentismo escolar, pero incluso cuando se pretende actuar muchas veces se choca con la rigidez judicial de modo que el modelo corrector tiende al fracaso. Y se llega a una carencia de valores, a sentirse fuera del sistema pero acomodados a sus agujeros, porque de nuevo no hay los medios suficientes para trabajar con estos grupos que terminan por ser socializados por iguales aunque de mayor edad y llevados a situaciones anormales pero que terminan por normalizarse y que forman un modo de actuar donde la comisión de faltas, la realización de hurtos o los delitos acaban por ser habituales, aún más cuando ellos mismos se sienten a salvo, impunes, aunque realmente no lo estén. Para entonces ya es casi tarde, primero porque es difícil corregir lo no hecho en los muchos años anteriores; segundo, porque la sociedad ya no ve menores sino chavales conscientes de lo que están haciendo aunque por edad legal esa responsabilidad parezca diluida. Ya lo más fácil es que sigan una senda complicada, marginal, de complicado retorno.
 
Nos fijamos en la etapa final, desgraciadamente, cuando han fracasado los sistemas de control previo, los verdaderamente importantes para, de verdad, proteger a los menores de su situación y de sí mismos, para ser eficaces en la prevención. Por eso, en la etapa final, nos interesa ya más sentirnos protegidos de ellos, sentirnos a salvo de sus acciones, porque el fracaso social está consumado.


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jueves, 31 de marzo de 2016

VIOLENCIA EN DAIMIEL (Página n° 3558)

Bueno, pues no ha sido la vesícula sino la conexión a internet la que ha impedido que ayer escribiera algo en este blog, y eso que no me encuentro cómodo en casi ninguna posición y esto, para permitir reflexionar, aclarar idea y expresarlas por escrito, tampoco ayuda en demasía.
 
En estos días ausente me cuentan algunos episodios de violencia en Daimiel, con agresiones y denuncias en ambos casos, y me da la sensación que no solo aquí, sino en general, se recurre demasiado a dirimir problemas o provocarlos desde la fuerza de los puños y la cobardía de los grupos. La violencia, lo he escrito muchas veces, es uno de los principales fracasos de la inteligencia y vivimos en una sociedad de inteligencia fracasada donde tienen éxito esos arquetipos violentos vinculados a la defensa personal o los gimnasios.
 
No evolucionamos nada. Los argumentos se rebaten con golpes, abunda la provocación y el matonismo y las leyes tampoco conceden una acción radical contra los violentos.
 
Ahora que tengo el cuerpo dolorido por la operación, al fin y al cabo algo necesario o más bien imprescindible para conservar la salud, me cuesta más entender el dolor físico gratuito, el que generan unos a otros sin mediar nada, por diversión o como respuesta exagerada a un nimio incidente. No puedo comprender que las palabras sean apagadas por los puños y que los dueños de esos puños apenas merezcan una simbólica sanción cuando debería salirles extraordinariamente caro su exceso desproporcionado.
 
La vida debería ser mucho más sencilla y debiera empezar por arrinconar esos comportamientos sin reparo alguno porque se ceban con los débiles, los diferentes, los solitarios, y suelen dejar una marca indeleble de miedo, de inseguridad, de vulnerabilidad. Aprendemos poco si al final retornamos a lo más primario, a lo más animal, que es convertir en víctimas a quienes creemos físicamente inferiores.
 
No sé a los demás, a mí conocer de esos golpes, de esas palizas, me hace daño, me indigna, me desanima.


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martes, 29 de marzo de 2016

¡ MALDITA VESÍCULA ! (Página n° 3557)

Leía hace no mucho un artículo que trataba sobre todos esos órganos del cuerpo humano que son inútiles o, al menos, prescindibles. La verdad es que forzaba mucho la cuestión al incluir ojos, pulmones o riñones por el mero hecho de estar por partida doble, pero es cierto que enumeraba otros como el apéndice, el bazo o la vesícula que no alteran en casi nada la calidad de vida a quienes se los extirpan.

No me atrevo a afirmar su inutilidad pero sí que su ausencia es casi obligada cuando se convierten en verdaderos problemas y prescindir de ellos apenas pasa por la experiencia más o menos traumática de su cirugía.

Hasta ahora, salvo de algunas piezas dentales, jamás había tenido que prescindir de una parte de mí pero estos últimos meses andaba con molestias provocada por una piedra en la vesícula que había deteriorado ésta hasta el punto de que el cirujano no se explicaba, una vez abierto y operado, que me hubiese dolido tan poco.

La piedra, que distintos especialistas han definido como "hermosa", "grande" o "tremenda", me fue extraída ayer junto a la vesícula, y en adelante viviré sin ellas, ignorándolas como cuando estaban en mí sin darme problemas. Sin querer que alteren mi vida más allá de unas semanas de reposo y sin que ni tan siquiera impida escribir cada día una o más entradas de este blog.

¡Maldita vesícula, que solo he sabido de ti convertida en problema!¡No te echaré en falta!


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¡ Y ESTAMOS TAN "AGUSTITO" ! (Página nº 3556)

Es lo que tiene la vida, delimita una zona de confort y se trata de esquivar los problemas mientras se persiguen los sueños, casi siempre sin riesgo. Por eso cuando vienen circunstancias desfavorable como una enfermedad, un accidente, un problema de cierta gravedad, nos sentimos perdidos y de inmediato volvemos los ojos hacía... una voluntad divina. Nos sentimos tan impotentes, tan poca cosa, que eludimos buscar soluciones o simplemente entender que son cosas que pueden suceder en cualquier momento a cualquier persona y creemos en el valor terapeútico de la fe que es como emplazar a un ser superior a que resuelva por nosotros lo que no somos capaces de hacer por nosotros mismos o ni tan siquiera hemos intentado.

Quizá tenga que ser así, no lo sé, quizá no esté dotado para creer honestamente en otra cosa que lo tangible y no pueda entender otras vías, pero creo mucho más en lo que uno hace cada día en su vida, en la responsabilidad personal que evita riesgos, que previene accidentes, que favorece la salud, que esquiva o sortea problemas. Estoy demasiado atado a la realidad, a la sensación de que uno es lo que construye y destruye en su trayecto vital y el cuerpo y la mente me piden dar mucha más confianza a la ciencia y a las personas que a los mitos y los dioses.

Debe ser por eso que soy celoso de esa zona de confort, de la seguridad que te da lo conocido, de las certezas antes que los posibles. Y cuando llegan torcidas prefiero buscar soluciones a mi alcance que aguardar poco menos que milagros de los que no me siento nunca merecedor frente a los demás.

Es curioso que cuando solemos estar tan "agustito", tan estables, tan felices, no miramos hacia nada ni nadie, como si lo mereciéramos por ser quien somos, y al menor contratiempo nos volcamos en una demanda de ayuda divina como si también lo mereciéramos, como si la prioridad ya fuésemos nosotros pero sin mirar qué nos ha llevado a ello, sin intentar comprender las circunstancias que muchas veces explican lo que nos sucede.

Me gustaría creer, la verdad, porque parece un mecanismo fácil de resolución, pero tengo el convencimiento de que la religión, cualquiera de ellas, ocupa el espacio que no alcanza la ciencia o la razón y en ello radica su atractivo y su fuerza y que sin embargo ese territorio irá menguando progresivamente como lo ha ido haciendo a lo largo de la historia de la humanidad, derribando mitos, politeísmos y dando respuestas contrastables que explican casi todo de lo que nos sucede u ocurre a nuestro alrededor. Quizá me equivoque, uno, al fin y al cabo, está a solas con su pensamiento y llega a él por convicción.

En cualquier caso la vida tiene todo de nosotros, de nuestros actos y conductas, y es bastante fácil encontrar allí los motivos y hasta las soluciones. Y en tanto, estar tan "agustito" como para no tener que pensar en nada más.


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lunes, 28 de marzo de 2016

DEMOCRACIA PALIATIVA (Página nº 3555)

A estas alturas quedan varias cuestiones claras:

Los decepcionantes políticos que postergan meses un acuerdo de gobierno, sea el que sea y con quienes sean, simplemente porque han dejado a un lado el interés general y persiguen sus ambiciones personales. Ahora pongan los nombre que quieran a lo dicho, son tan intercambiables que da igual pretender cargar la culpa en unos más que otros cuando por activa o por pasiva la realidad es que estamos paralizados.

La inutilidad de unas nuevas elecciones que no van a hacer cambiar, en esencia, los resultados pero que pueden abocarnos a un nuevo semestre de parálisis inútil que, desde luego, agrava aún más la situación que vivimos. Nadie puede esperar un vuelco electoral y ni tan siquiera la opción de posibles mayorías facilitadoras de acuerdos a partir de una nueva convocatoria. Como mucho una subida de la abstención.

Estamos en una democracia paliativa. Y lo estamos porque quienes debieran defenderla la están matando poco a poco aunque de modo aparentemente indoloro, al punto de que los ciudadanos no parecen sentir ese deterioro profundo del sistema que tiende a colapsar por la falta de altura de miras de los políticos, por la extensión de la corrupción sistémica, por la desintegración del equilibrio de poderes, por el sometimiento a Europa, por la imposición de la precariedad al conjunto social y por el pesimismo ciudadano al que conduce este conjunto de factores.

No creo que nunca, desde que iniciamos el periodo democrático, hayamos estado a este nivel de degradación y sin vislumbrar cambios reales para modificar esta caída a los infiernos. Quizá los ciudadanos tengamos mucha culpa por nuestra dejación pero aún es mucha mayor la de los dirigentes políticos que han articulado este desastre sin visos de mostrar arrepentimiento ni intención regeneradora.

Y sí, sabemos que fuera de la democracia no hay nada bueno, pero dentro de una democracia degradada, paliativa, solo están bien algunos, y por tanto no puede haber más objetivo que la regeneración real, la que proviene de la exigencia ciudadana y la de una acción política definida para acabar radicalmente con los chorizos, los sinvergüenzas devolviendo independencia a los órganos de control, castigando con fuerza los comportamientos abusivos, erradicando el enchufismo y los puestos de confianza e imponiendo una transparencia efectiva en todo lo público, y en esto el lastre mayor son los propios políticos que hasta ahora nos han conducido a lo contrario.

Quizá estos nos quieran en esta democracia paliativa en la que ellos no dejan de ser privilegiados pero el camino ya no puede ser ese, porque nos hunde, nos mata, nos degrada y no pueden convertirse en el obstáculo de las aspiraciones a país decente que la mayoría ciudadana seguro quiere. O cambian o se van o estamos perdidos.


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domingo, 27 de marzo de 2016

RECONOZCÁMOSLO, LOS DEMÁS NOS IMPORTAN UNA MIERDA (Página nº 3554)

No sé si habrá quien se escandalice con el título de esta entrada, que así, en seco, puede parecer exagerada, pero lo cierto y verdad es que los demás, y ahora acotaremos ese término "los demás", nos parecen importar bien poco y además tampoco paramos demasiado en disimularlo.

Los demás son todos aquellos que nos son ajenos en las distancias y en las circunstancias, que en esencia son la gran mayoría de la población mundial. Nos afecta mucho la cercanía porque, en el fondo, viene a decirnos que el peligro, el riesgo, lo tenemos demasiado próximo. Y nos afectan las circunstancias porque cuando sucede a quienes consideramos como"iguales" también nos aboca a ese sentido de riesgo, de proximidad del peligro. Para los demás, confesémoslo, ponemos distancia, enajenación, frialdad.

En estos días nos han conmocionado los atentados de Bruselas, entre cuyas víctimas mortales había una española y otros compatriotas están heridos. "Je suis Bruxelles" como antes "je suis París", embargados por la demencial acción de estos criminales fanáticos. Pero días después conocemos atentados en Irak, durante un partido de fútbol (al menos 26 muertos y 50 heridos) , o en  Yemen, con triple atentado (otros 26 muertos), y todos reivindicados por ISIS, o en Pakistán, junto a un parque, con al menos 63 muertos y 300 heridos. Pero más allá del lamento inicial no asistimos a nada parecido a cuando sucede, como digo, por cercanía o por circunstancias semejantes, como si estas víctimas fueran de segunda, o como si casi fuera lo normal, cuando la gran mayoría también pagan una situación que ni han buscado ni merecen, como las "nuestras".

Podemos intentar justificarnos pero en el fondo lo haríamos para no parecer insensibles al dolor ajeno cuando en realidad hemos enajenado a esta gente, hemos evitado cualquier rasgo de empatía con ellos como si su religión o su nacionalidad les hicieran más merecedores de ese dolor que el que puedan sufrir los europeos.

Las bombas en Yemen, Irak, Pakistan, Turquía, Siria, Afganistan, parecen rutinarias, como normales en territorios convulsos, pero la mayoría de personas ni quieren ni buscan ni provocan esas situaciones, son víctimas como cualquier otras de situaciones sobre las que no tienen dominio alguno y no merecen ser despachadas como casi casquería de guerra, pura estadística del combate. Igual que los refugiados, solo vistos como problema y tratados ahora por Europa con desprecio y como trueque interesado para sacudírselos de encima olvidando un pasado reciente en el que millones de europeos fueron eso, refugiados, ante el desamparo de guerras cruentas y demenciales.

Reconozcámoslo, social (también políticamente) los demás nos importan una mierda. Tengamos al menos la decencia de admitirlo siendo tan indecente que sea así.

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ÁRBOLES SINGULARES EN DAIMIEL (Página nº 3553)

La Fundación Félix Rodríguez de la Fuente, a través de su proyecto  "en Arbolar: Grandes árboles para la vida", ha colocado un catálogo de árboles singulares españoles, en concreto 1136 inventariados, que pueden visitarse en la siguiente página a través de fichas individualizadas:


En concreto son diez los catalogados en la provincia de Ciudad Real y de esta decena dos corresponden a ejemplares o grupo de ejemplares que están en el término municipal de Daimiel:

En concreto uno es el Olivo Milenario situado en la Plaza de España:



El otro es el conjunto que forma el bosque de tarayes del Parque Nacional de Las Tablas de Daimiel:


Comparto el valor de su catalogación y el esfuerzo de la fundación por poner en valor la conservación y protección de estas maravillas verdes y la satisfacción de que sea Daimiel quien acoja a estos ejemplares. Pero del contenido de las fichas me han llamado la atención dos cuestiones:

La primera es la falta de protección de dichos ejemplares, aunque en el caso de los tarayes, por estar dentro de un espacio protegido, se ha de suponer que gozan de una figura jurídica que los incluye. No así el Olivo Milenario de la Plaza de España-

La otra es la descripción que se hace de este Olivo Milenario:

Valores culturales y etnográficos
La Plaza de España de la localidad de Daimiel (Ciudad Real), remonta sus orígenes al siglo XVI. En uno de sus extremos se encuentra el conocido "Olivo Milenario", testigo de la historia daimieleña, plantado por los árabes alrededor del año 900.
Aprovechamiento y relación con el hombre
Desde sus orígenes ha sido el centro neurálgico de Daimiel, siendo durante su historia lugar de celebración de diferentes festejos, tanto taurinos como culturales así como también fue el espacio donde se celebraban los mercados. es el principal lugar de encuentro, paseo y ocio.


Creo que quien lea esta ficha llegará a la equivocada conclusión de que el Olivo Milenario fue plantado allí desde el primer momento, en ese para mí discutible año 900, tal como está redactado y con ese "testigo de la historia daimieleña" que junto a la descripción del apartado "aprovechamiento y relación con el hombre" parecen dar a entender tan estrecha y cercana relación. 

En cualquier caso aconsejo una visita al enlace y un paseo por ese millar de archivos fotográficos sobre estas "catedrales verdes", una auténtica delicia para los amantes de la naturaleza.


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