Recojo estas dos fotos de "Daimiel en el Recuerdo" porque representa la primera uno de los pocos bares que siguen abiertos con la misma denominación que cuando yo era chaval, aunque nada tenga que ver ya con lo que fue, y el otro, cerrado hace solo unos meses, otro de esos locales señeros ya transformados y que no lograron sobrevivir a su decadencia. Pero también porque uno tiene recuerdos ligados a ese espacio porque, en algún momento de nuestras vidas, fueron importantes:
Yo conocí este Bar España con alguna ligera variante, pues la foto es anterior. En mi época reinaba aquel mural de González de la Aleja que no tuvieron reparo en destruir pero los veladores de mármol y las sillas de madera perduraron mucho tiempo. Allí esperábamos la salida cuando estaba en los juveniles del Daimiel C.F., ya fuera en el autocar de melero o el los taxis, ilusionados con hacer un buen partido y traernos un resultado abultado. Allí, cuando aún no tenía más futuro que soñar, nos sentábamos a diseñar la casa de nuestros sueños en las servilletas del España, y como el sueño es gratis, sumábamos cada vez más de esas servilletas sobre la mesa trazando lo que nunca sería. Allí se constituyó el grupo de poesía y teatro "La Tarima" con el que dinamizamos unos años la vida cultural de Daimiel. Un bar emblemático, epicentro de la vida social durante muchos años, casi siempre bullicioso en la barra pero tranquilo en la zona de mesas, y a través de aquella apertura en la pared podía vislumbrarse ese otro mundo singular, casi elitista, del casino de la Armonía, con sus terciopelos rojos y su enjundia señorial tratando de distanciarse de su ruralidad.
También el Bar Cortijo, con fama de buena cocina, donde tuve una época de ir mucho porque, durante esos años de juveniles, obraba de "sede oficiosa" de nuestro equipo y en sus paredes colgaban las puntuaciones y goleadores de esas temporadas. Pero también porque en años de instituto coincidí con Antonio y era un sitio de encuentro, un espacio acogedor, siempre frecuentado.
Los tiempos van cambiando, casi todos los bares de mi infancia y juventud han desaparecido o transformado. Surgieron otros que ocuparon igual valor en nuestra memoria que, en general, también desaparecieron o modificaron su carácter y objetivos. Pero siempre emergieron nuevos sitios de referencia, donde uno se puede encontrar a gusto en torno a una mesa y unos amigos, que es la forma más natural que los daimieleños tuvimos de relacionarnos.
Como cantaba Jaime Urrutia, de Gabinete Caligari:
Bares, ¡qué lugares!
tan gratos para conversar,
no hay como el calor del amor en un bar.
Y estas fotos nos devuelven muchos de esos recuerdos de nuestra memoria sentimental.
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