La mayoría de las corrupciones se descubren por delación y traición o por torpeza. Esto conduce a pensar que lo descubierto, casi siempre, es la punta de un inmenso iceberg para el que no existen medios materiales ni independencia que puedan desentrañarlos. Para los ingenuos los casos descubiertos son los que hay, sin embargo, y son rara excepción, pero cada vez son menos los que creen en esa eficacia fiscal y policial y entienden que solo se accede a la costra.
Pero la historia de nuestra democracia está jalonada de una multitud de casos de mayor o menor envergadura que nunca han provocado medidas efectivas para que no se volvieran a producir y, en muchos casos, hemos asistido a obstáculos, dilaciones, para desvirtuar los procesos, arañar tiempo para rozar o alcanzar la prescripción o enterarnos de indultos inexplicables. Y si para según que cosas se legisla a toda velocidad nunca se hace en este ámbito de la corrupción, con leyes laxas, tímidas, escapistas, que parecen más de autoprotección que de beligerancia.
Los políticos se han instalado en el sistema con vocación de no mover el culo, apadrinar a sus cachorros y parasitar la administración. Llevan décadas las mismas caras, los mismos nombres, perpetuados en el poder, aferrados a él, y nada va a cambiar mientras permanezcan porque ya han demostrado su incompetencia. Los casos de corrupción se multiplican ante la indignación general y los líderes solo se aprestan a decirse unos a otros que pongan orden en sus partidos porque únicamente así mantendrán sus respectivos chiringuitos.
Pero España necesita una regeneración democrática, activar la autonomía real del poder judicial, de los servicios de inspección y de la propia policía. Y crear leyes efectivas, beligerantes contra el fraude y la corrupción. Y elevar las penas a los corruptos y excluirlos de medidas de gracia en forma de indulto. Y largar a todos estos que se han demostrado incapaces de resolver la corrupción o ser ellos mismos corruptos.
Yo no quiero estallidos sociales, sí ciudadanos críticos que puedan impulsar cambios para mejor, que no parece difícil. Porque esto ya es difícilmente soportable y asumible.
Dejo un sonetillo serio, que no estoy de humor, para la ocasión:
No queda mucho más que corrupciones
en esta España vil y saqueada,
no más que gente harta y asqueada
que han visto traicionar sus ilusiones,
y sufre esta inflación que hay de ladrones,
chorizos y mangantes desatada
e incendia poco a poco su mirada
pues nada arreglaran mil elecciones
si son iguales nombres, mismas gente
quien a cada elección nos represente
pues llevan corrupción en su ADN,
y sólo una limpieza muy profunda
impida que el país aún más se hunda
y evite sea peor lo que nos viene.
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