A veces asisto a debates que surgen en este blog al margen de los temas tratados o, si acaso, transversales. Ahí quedan para que transcurran por donde los "contendientes" traten de llevarlos a través de su argumentario más o menos afinado y no suelo intervenir más allá de la obligada moderación sobre lo escrito. Pero en los dos últimos días ha surgido un debate que, en mi opinión, es tan estéril como tramposo en torno a las jornadas festivas del calendario laboral por más ruido que el de lanzarse eso de "rojazos" o "fascistoides" intente apagar la inutilidad argumentativa.
El inicio fue un comentario en el que alguien cuestionaba el porqué de que trabajadores del Ayuntamiento a los que denominaba ateos celebraban Santa Rita o los días de Semana Santa:
"Anónimo20 de mayo de 2016, 13:25:00 CEST
Y con el Ayuntamiento ¿Porque los ateos trabajadores del consistorio celebran Santa Rita? No son consecuentes ni con sus postulados y dogmas. ¿Porque los rojeras siguen disfrutando de los dias festivos de Semana Santa? esto es un sindios"
La pregunta estaría bien si a los trabajadores les cupiera la opción de elegir a título individual sus propias fiestas pero siendo una obviedad que la configuración de las jornadas festivas surge a partir de la intervención de varios interlocutores, entre los que están el gobierno central, los autonómicos, los municipales y la Iglesia Católica, dichas preguntas resultan del todo absurdas y solo pueden dar lugar a un debate engañoso.
Pero además intentar pasar por alto que la influencia de la religión en nuestro país ha marcado decisivamente la cultura popular pero también dominado las decisiones administrativas es cometer un error importante. Aquí no hubo una "revolución francesa" que fuera imponiendo el laicismo en las decisiones administrativas y fuera acotando el papel de la religión a su ámbito natural, y por eso aún vivimos con esa influencia de los patrones para cada gremio y de las fiestas en rojo claramente determinadas por las festividades religiosas, por lo cual todavía se imponen a otros criterios.
Al final todo se reduce a establecer un número de jornadas no laborales comunes( ya sea para todo el Estado, una comunidad autónoma, una localidad o un gremio público) y el motivo podría ser ese como cualquier otro porque, no nos engañemos, pertenece más al convenio que a las alturas, y resulta tan absurdo pensar que un trabajador no creyente tenga que renunciar a una fiesta con algún matiz muy de fondo religioso como que un trabajador de profundas convicciones religiosas tuviera que renunciar a ciertas fiestas de carácter laico como el Día del Trabajo o la celebración de la fecha elegida como fiesta de la región en cada comunidad autónoma. Tan absurdo como creer que toda fiesta religiosa es celebrada religiosamente por esos trabajadores de perfil religioso o que los no religiosos celebrarán esas fechas de motivación laica de una forma particular o militante.
Ya digo, el debate es estéril pero, antes que nada, tramposo, muy tramposo, porque parte de premisas que impiden tomar en serio las preguntas que lo originaron.
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