Acabo de leer el contenido de la rueda de prensa del alcalde daimieleño Leopoldo Sierra y me ha dado la sensación de que era un brindis al sol, una declaración testimonial sin mayor recorrido posiblemente sugerida desde el partido y que veremos repetida en muchos ayuntamientos. Y no es que esté en desacuerdo con lo que dice porque dice lo obvio, que los corruptos han de quedar fuera de los partidos y de la política, pero el peso de esta declaración la haga Leo, Cristina o Galo no tiene mayor trascendencia porque, de nuevo, quienes deciden lo que hacer, y lo que no hacer, se entretienen en el tú más y llevan treinta años mareando sin concretar medidas reales para que no les sigan saliendo los chorizos por las orejas.
¿Por qué vamos a dudar que Leo, Cristina o Galo sea gente honesta y que odien tanta corrupción, tanto escándalo y tanto latrocinio? Yo no dudo de que ellos puedan responder con su honradez de lo que ellos hacen pero militan en partidos, cada cual en su proporción de gobierno, que viene alimentando a corruptos de todos los colores y es ahora, cuando la gente se condena leyendo cada día nuevos casos o más detalles de los conocidos, que parecen verse en la obligación de salir a condenarlos pero, eso sí, sin dar demasiados nombres.
Veamos, hoy se hablaba del exsenador de la Gomera, ese Curbelo que con un sueldo de 3500 euros mensuales ya tiene un patrimonio de 4 millones y que, de momento ha sido reelegido como candidato socialista al Cabildo de Gomera pese a toda la sospecha por ese inexplicable enriquecimiento e imputado por otros temas.
O de Sonia Castedo, requeteimputada alcaldesa alicantina, de la que hoy mismo se hablaba porque Corona y Presidencia quieren evitar a toda costa una foto con ella en la inauguración del Congreso Nacional de la Empresa Familiar que se celebrará en Alicante.
O cualquiera de los muchos imputados por distintos procedimientos con carné de la gran mayoría de partidos políticos y que siguen ahí con la condescendencia de sus formaciones.
Pero no, no se dan nombres, ni siquiera critican con claridad a sus partidos como si estos fueran meras víctimas de los chorizos y ya se sabe que no siempre es así y que en el mejor de los casos ni tienen activas medidas preventivas y protocolos para detectar, expulsar y denunciar a la gentuza. El otro día escuché decir que nunca un caso de corrupción ha sido descubierto por los propios partidos lo que dice bien poco de la beligerancia real contra la corrupción.
Ya digo, yo no dudo de Leopoldo, de Cristina o de Galo, por poner ejemplos, y están en su derecho de denunciar públicamente a los corruptos, pero estarán conmigo que eso es como darle un pellizco a un elefante, un brindis al sol con el que se distancian de esa patulea sinvergüenza pero con lo que no se arregla nada. Porque denunciar a los corruptos está bien, hasta el mismo Granados se ha hecho famoso por denunciarlos, que tiene cojones la cosa, pero exijan dimisiones, pidan contundencia, pregúntense por qué tantos altos cargos están metidos en estas corrupciones y por qué los partidos los amparan hasta el último segundo, cuestionense por qué en treinta años no se ha hecho casi nada eficaz para atajar la corrupción por gobiernos que han podido hacerlo por pactos o tirando de sus mayorías absolutas. No se queden en la orilla, "¡yo no he sido¡", porque claro que hay gente honesta en la política...pero mandan poco o nada.
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