"En el mundo actual, se está invirtiendo cinco veces más en medicamentos para la virilidad masculina y silicona para mujeres, que en la cura del Alzheimer. De aquí a algunos años, tendremos viejas de tetas grandes y viejos con pene duro, pero ninguno de ellos se acordará para que sirven."
Independiente de que la frase atribuida sea de él o de otro lo que sí parece claro es que expresa que los verdaderos intereses de la ciencia caminan tan estrechamente de la mano de los fondos privados, la industria y las donaciones que muchas veces los objetivos se establecen en función de la rentabilidad económica que se derive del hallazgo. Eso hace que, en muchas ocasiones, la investigación sobre algunas enfermedades raras se posterguen en favor de otros asuntos que, quizá, jamás gozarían de esa prioridad si se aplicasen intereses meramente científicos.
Menciono lo de las enfermades raras porque es un caso paradigmático sobre la escasa apuesta de la industria farmaceútica, verdadera impulsora privada y casi pública de la investigación médica, debido a que la incidencia de estas enfermedades en la población mundial es porcentualmente insignificante y, por tanto, su rentabilidad final anecdótica, lo que hace que apenas existan avances en muchos de ellas sencillamente porque ni están bien estudiadas. Ni que decir tiene que para la gente que padece este tipo de enfermedades, y para sus familiares, esto es una tragedia y que se les hace incomprensible que se invierta muchísimo más en ciencia aplicada a la cosmética, de alta rentabilidad, que a buscar tratamientos que alivien o lleguen a curar el sufrimiento de estos enfermos y sus familias.
Es una cuestión de prioridades y parece claro que desde el punto de vista médico, científico y de la sensibilidad social las prioridades actuales están equivocadas. Y si miramos otros ámbitos, recordemos las recientes y pasadas hambrunas, veremos que esa equivocada prioridad es un cancer social y economicista muy extendido.