Tomo como referencia este comentario:
Nos guste o no las relaciones laborales siempre son complejas, delicadas, y se mueven en todo momento entre los intereses de quienes arriesgan (los empresarios) y los de quienes venden su trabajo por un salario digno (los empleados). No cabe interpretar otra cosa que lo ideal es esa conjunción de intereses que permita la solvencia de la empresa y las condiciones adecuadas de quienes trabajan allí, pero esto es mucho más fácil decirlo que llegar a su consecución y por lo tanto las experiencias reales son, en muchas ocasiones, bien distintas de lo que se ansía.
Lo cierto, sin embargo, es que es más habitual que se lesionen derechos laborales y, lo que es peor, que en algunos casos, los menos, estos queden hechos añicos porque son la parte más débil de la relación entre empresarios y trabajadores.
Lo que pasa es que la lucha por mejorar las condiciones laborales llevan siglos y sus progresos han sido notables aunque muy lentos, al menos en los países considerados desarrollados, y nosotros, crédulos pensando que estamos en uno de ellos, sin embargo hemos visto como en la última década se han ido deteriorando progresivamente, perdiendo terreno y descubriendo que, de nuevo, comienzan a conocerse actuaciones de empresarios que ya creíamos extinguidas, en parte por la debilidad económica, en parte por la regulación laboral y en parte, también, por la permisividad administrativa.
Quizá mi ámbito laboral sea privilegiado por que el funcionariado, casi siempre, ha sido ariete de los avances laborales ya que la Administración (las Administraciones, pues ya son tantas) habían de ejemplificar aquello que legislaban, servir de modelo para tratar de convencer. Y a pesar de ello aquellos que trabajan de modo eventual, interino, también han vivido en estos últimos años ese deterioro de las condiciones ante una "mala empresa" otrora más modélica. Pero conozco, y creo que casi todos tenemos algún caso en nuestro entorno cercano, personas que están viviendo una penuria de condiciones, que viven con resignación pero rabia unos y con sufrimiento físico y sobre todo psíquico otros, la forma de actuar de algunos de sus jefes, que campan a sus anchas, imponen condiciones leoninas, tratan despreciablemente a su personal y juegan a la baja con una reforma laboral que aunque lo niegue el Gobierno de turno es lesiva para los trabajadores y permite maniobras bastante discutibles de los contratantes.
No se trata de generalizar sino de poner el foco en casos que no son desde luego pocos ni aislados. Porque aquí no estamos hablando, al menos yo, de lo que tal o cual empresario pueda hacer con su dinero a la hora de alardear o malgastarlo, que siendo suyo a él le corresponde, sino de aquellos casos en los que esa actitud no se compadece con su actitud hacia los trabajadores, a sus condiciones, a sus obligaciones contractuales y a esa predisposición a burlar derechos, a falsear contratos, a aprovecharse de la necesidad de otros, a ser un auténtico hijo de la gran...porque asoma el ramalazo explotador, miserable y abusivo que llevan dentro y que sobre todo desprecia a las personas.
Los hay en Daimiel, claro, como en otros muchos sitios. Los hay, los hubo y los habrá. Y sé que se dirá que queda denunciar, y sí, esa debiera ser la legítima y única alternativa, pero la memoria también nos recuerda que la justicia es lenta, y la lentitud castiga sobre todo a quienes denuncian hasta que llega a resolver, y que, desgraciadamente, cierra puertas, y es entendible que en esas condiciones algunos callen, otorguen, pasen por el aro impuesto y solo espere cambios. Y si la administración añade pasividad, condescendencia, distanciamiento, o legisla para favorecer los peores instintos de esos indeseables porque las reformas terminan golpeando una vez más a la parte más débil, pues que quieren.
Claro, luego están los otros, empresarios que toan decisiones difíciles, que ven peligrar sus negocios, que reducen plantillas, y seguro que los afectados no lo entenderán, pero que al menos se esfuerzan en mantener unas condiciones dignas con sus trabajadores. Pero no tocaba hablar de ellos sino de esos pocos que solo son dignos del rigor de la justicia si viviésemos en un país realmente justo ( y crean si les digo que para mí una justicia tan lenta ya ha empezado, por ello, a ser injusta)
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