¿Para cuándo? Y no me refiero a equipamientos, armamento ni nada de eso, que como ya hemos visto en el simulacro Gamma 2015 sí parece haberse realizado, sino en este otro sentido de modernización estructural y de mentalidad, porque lo que aparenta, al menos, es que, en comparación, la modernización de la sociedad va a velocidad de crucero en tanto que la militar sigue pareciendo marchar por la senda decimonónica, siendo generosos. Sí, una estructura y organización cerrada, anquilosada, endogámica y con demasiadas sombras, con mandos que parecen sentir que son una especie de aristocracia social casi intocable cuando en realidad no son más que profesionales a los que cabe exigir, como a cualquiera, la realización correcta de su labor como se la exigimos a cualquier otra profesión.
Ayer estuve viendo el programa de Salvados que no pude ver el domingo, el dedicado a la capitán Zaida, y lo que más me llamó la atención es ese corporativismo trasnochado, esa podredumbre moral que posterga la dignidad y la verdad y apuesta por la apariencia y la fachada, que pretende transmitir esa idea perversa de lealtad amparando comportamientos indeseables o castigando a sus víctimas. ¿Qué clase de valores encierran si se ampara al abusador y se trata de destruir emocionalmente a la víctima, si lo menos malo que hacen es quedarse quietos y mirar a otro lado?, ¿qué orgullo puede asumir el ejército si es capaz de no expulsar a un coronel condenado que solo aporta desprestigio y corrupción moral?
Ya digo que, comparativamente, la sociedad civil ha sido capaz de ir asumiendo mucho mejor aspectos como el respeto, la penalización de conductas de abuso, la igualdad entre sexos, y eso a pesar de las muchas dificultades y de venir de una cultura que estimulaba lo contrario hace cuarenta años. Pero el ejército, a sus niveles de mando, y a pesar de que la palabrita ha tomado ya muchas connotaciones, da una triste sensación de casta aparte que quiere defender unos códigos a veces ya fuera de lugar, contrarios a una mentalidad moderna y pareja a la de la sociedad a la que dice servir.
Vendrá a decirnos que lo de la capitán Zaida fue , de nuevo, un hecho aislado, que se magnificó y se magnifica en los medios, que los conductos oficiales son poco rígidos y transparentes, pero la sensación real es que "zaidas" y "zaidos" hay en mayor número como hay "coroneleslizcanos" y gente similar en una cantidad más amplia de la que sabemos y jamás reconocerían, por mucho que no podamos generalizar estos deleznables comportamientos a la totalidad del estamento militar. Porque el programa de Évole no es solo la crónica de un abuso indefendible y de una vergüenza de elementos de la institución militar sino la radiografía de lo que tiene de podrido el estamento militar en algunas ocasiones y el afán no de solucionarlo sino exclusivamente de echar tierra y que no trascienda.
No se trata, pues, de no celebrar la adquisición de los nuevos helicópteros de nueva generación que se han anunciado en estos días, o de negar que muchos profesionales de gran formación se han integrado en el ejército, pues eso es bueno, sino de limpiar el rastro odioso de todo lo que dilapida el prestigio de dicho ejército y que atenta contra los valores mismos que defiende la sociedad civil, empezando por ese coronel abusador, los premios de tapadillo a los responsables de ayudar a tapar lo sucedido o la actitud del ministro, y a toda la porquería que acumula una institución que parece negarse a modernizar su mentalidad y a erradicar a todos los miserables que degradan los verdaderos valores de justicia, responsabilidad, equidad y nobleza que deberían abanderar.
Programa de Salvados: