En 2013 lo hice como humor y la verdad que los comentarios parecieron tomárselo en serio:
Pero este año, al que falta un día, ni tan siquiera me atrevo, porque fuera de esa bajada del precio del petróleo a última hora y que esperemos se mantenga, no termino de encontrar demasiadas cosas positivas más allá de ver en la cárcel a gente que pensábamos que nunca entrarían, de encontrar procesados e imputados a gente que antes resultaban intocables, y no mucho más. Y sin embargo me detengo un segundo a ver lo negativo y se me llenan los ojos de paro, corrupción, recortes económicos, sociales y de derechos, impulsos al fracking, las prospecciones de petróleo o los almacenes nucleares mientras se frenan las políticas favorables a las energías renovables, el sindiós de los parques nacionales, las tarjetas black, el aumento de la deuda pública...
No, el 2014 es un nuevo año para olvidar en lo global, para colocarlo en esa repisita con el 2007, el 2008, el 2009, el 2010, el 2011, el 2012 y el 2013, mientras ya queda poco sitio en el estante de la paciencia ciudadana a la que le dan cada vez fechas más lejanas para una verdadera recuperación que, según pasa el tiempo, cada vez le parece ver más lejana.
Acaba el año, sí, pero todo va a seguir, más o menos, igual, por más que la proximidad de elecciones sirvan a algunos para atizar el optimismo y a otros para blandir el pesimismo, con tal de llevarnos a su particular huerto cada cual. Sinceramente, del 2015 espero poco. Aspiro a que no sea peor que los anteriores, a que la gente empiece a sentir que estamos mejor para sumar efectivos y liquidar este bajón anímico que dura ya ocho años y que no se cree aún brotes verdes ni paparruchas semejantes.
El deseo es otro, por supuesto, pero al fin y al cabo es eso, puro deseo que se deja llevar poco por la realidad y el sentido común. Mi deseo sí que es mucho más ambicioso pero ¿para qué lo voy a expresar?, ¿para que todo el mundo crea que soy algo más que un ingenuo, un cándido, un inocente, un soñador?
*