A la política local no se llega por prestigio, se llega por deseo. Unas veces te lo ofrecen y otras lo buscas, pero nadie que no esté dispuesto dará el paso porque, eso sí, conlleva sacrificios que no todos están dispuestos a dar, sobre todo si ganas.
Digo esto porque en algunos comentarios se habla de que la falta de prestigio aleja a muchos buenos profesionales de la política y yo lo dudo. El prestigio se consigue con las acciones y las decisiones y no creo que nadie llegue con un déficit previo, como mucho cierta desconfianza, antes de empezar a demostrar su capacidad.
Por eso no basta ser popular, aparentar bonhomía, ser cercano, tener fama de ser muy trabajador o eficiente, porque ese apriorismo no vale ante una función tan compleja como la política. Ese castillo puede desmoronarse al primer contratiempo. Lo que se necesita es ver criterio, firmeza, autonomía en las decisiones, que se den las explicaciones debidas y que se posee liderazgo. Y después, claro, que el resultado de esas decisiones sean entendidas como acertadas por los ciudadanos de esa localidad.
A día de hoy debe haber gente así, por supuesto, el problema es que existe un segundo filtro por el que bastantes de estos no querrían pasar y es que, a día de hoy, fuera de las listas de los partidos convencionales, no hay mucho margen para acceder a esas responsabilidades políticas.
¿Y cuál es el verdadero inconveniente de entrar en una lista de partido? Fundamentalmente que a partir de ahí se esfuma la independencia y autonomía, te ves sometido a toda esa presión del partido con cantidad de papeleos proselitista, argumentarios partidistas, reuniones, instrucciones, etc... que terminan por desposeer a esa persona de su margen personal de acción. Y eso es algo que gente con personalidad no está dispuesto a aceptar porque, desde luego, eso tiene su propio desgaste ante la ciudadanía cuando notan el servilismo y la falta de criterio propio de quienes les gobiernan y advierten ese sometimiento a los designios de las direcciones de esos partidos.
Creo que el problema estriba en que el sistema está muy constreñido, que los partidos no dejan margen y mucha gente se siente disuadida de entrar en esa dinámica viciada. Y aquellos que conciben la política local para deberse a los ciudadanos y no a los partidos, para priorizar a aquellos sobre las formaciones políticas, no tienen hueco actualmente.