Desconozco cuales han de ser los criterios objetivos para medir la bondad o maldad de la gestión de un alcalde pero sé que los estándares personales son muchos y variados en función de aquello a lo que se otorgue importancia, y si ya establecer quién es el mejor o el peor nos adentra en una cuestión de gustos que significa bien poco el concepto de bueno o malo aún se relativiza si consideramos que se puede ser el mejor de entre malísimos alcaldes, es decir, el menos malo, y siendo el mejor de ellos no se acompaña de valores positivos, o ser el peor entre muy buenos alcaldes, es decir, el menos bueno, que sí conlleva valores positivos aunque se vean superados por las virtudes de otros.
Hace tiempo plantee una encuesta sobre quienes pensaban los lectores de este blog que había sido el mejor alcalde de Daimiel en el periodo democrático y además de las críticas habituales por plantear la cuestión la diversidad de opiniones fue muy variada y el resultado bastante igualado:
A veces hay personas que valoran lo realizado independientemente del impacto económico que produce en términos de deuda, otros que prefieren una gestión responsable que haga menos pero no nos hipoteque, algunos más prefieren la campechanía, el buen trato personal, la accesibilidad, el populismo, en tanto que otros prefieren las formas, la preparación y la capacidad de trabajo. Hay quien mira al resto y no conciben un buen alcalde sin un buen equipo detrás y otros que se fijan en la capacidad de liderazgo y dejan más en plano secundario ese equipo.
Ante esto yo me plantearía que considero, personalmente, que es necesario para ser un buen alcalde:
- Para mí un buen alcalde es aquel que se debe, antes que a otra cosa, a su localidad y la antepone a los intereses partidistas si es necesario. Una persona capaz de luchar por los intereses de Daimiel sin hipotecas políticas ni entreguismos a las decisiones de administraciones gobernadas por su propio partido.
- Un buen alcalde debe ser alguien justo, dialogante, capaz de establecer vías de consenso con la oposición para buscar lo mejor para todos.
- En buen alcalde debe ser alguien con capacidad de liderazgo pero nunca personalista y siendo así buscará no solo un buen equipo en el que delegar responsabilidades y sacar lo mejor de cada concejal controlando los procesos sino que implicara al resto de concejales ajenos a su partido en la gestión de aquellas parcelas que estimase oportunas.
- Un buen alcalde debe ser ejemplar, honesto, fiable, pero transitorio, con esa idea de que no es imprescindible y que cuando vuelva a su vida normal no busque haber rentabilizado personalmente su paso por la política.
- Un buen alcalde debe ser alguien que nunca tome decisiones en función de sus intereses electorales futuros y que tenga como referencia cumplir el programa. Y siempre teniendo presente que ha de hacer una gestión racional de los recursos, moverse en capacidades de endeudamiento razonables para no lastrar la capacidad de gestión futura suya o de quienes le sucedan en el cargo.
- Un buen alcalde debe ser alguien que sepa escuchar a los ciudadanos, al asociacionismo, para que su gobierno sepa sintonizar con la calle y las gentes de Daimiel se sientan copartícipes de parte de las decisiones, y estas han de servir para que se resuelvan los verdaderos problemas que se tienen.
- Un buen alcalde ha de liderar una gestión transparente.
Podría añadir más cosas pero en esencia esto es lo que debería tener un buen alcalde para nuestra ciudad. No sé si pido mucho pero sí que hasta el momento no ha habido ninguno que reuna la gran mayoría de estas cualidades a la vez.
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