Bueno, si sé que es peor. La jibarización tiene un plan político bien hilado por el bipartidismo, que consagra la partitocracia y reduce al ciudadano al gesto cuatrienal. Hay hoja de ruta, se legisla para ese embudo interesado lleno de regalías, clientelismo, vendido, ¡tiene narices!, como estabilidad y seguridad jurídica, aunque sospechamos ésta para quienes es. Pero la entrega, hasta el punto de justificar el estrago de derechos, hasta el punto de hacer nuestra la trágala, hasta el punto de dar por bueno el papel residual de los ciudadanos entre elecciones, eso es mucho más triste, infame y grave. Tener en nuestras manos la posibilidad de ese horizonte excepcional y amplio de una democracia efectiva y conformarse con ese reducto estrecho, angosto, en el que lo han convertido los partidos políticos, todos ellos, llevados por un paternalismo interesado y un planteamiento cicatero, mezquino, de un sistema teóricamente mucho más generoso, participativo, representativo y amplio de miras.
Sinceramente, que los partidos políticos traten usurpen, se adueñen, capitalicen la democracia está mal pero que los ciudadanos hasta lo justifiquemos y repitamos el doctrinario argumentativo que ellos nos lanzan, eso, sí es lamentable, deprimente, asqueante, y da prueba de que estamos a la altura de este degradado sistema reducido a su aspecto formal y donde los ciudadanos aplaudimos con las orejas porque parece ser que nos han dado el gran papel de castigar o premiar a la jarca introduciendo una papeleta, entre las posibles, en la ranura de una urna que, reconozcámoslo, es casi lo único transparente de verdad.
+