Hoy se constituyen los nuevos ayuntamientos salidos de los resultados de las Elecciones Municipales celebradas el pasado 24 de mayo, en las que el acto central lo protagonizan la toma de posesión de los concejales electos y la elección del alcalde que encabezará el gobierno municipal. Un acto en el que, en ocasiones, se juega con esa simbología yo creo que ajena al acto mismo y que por tanto es prescindible, incluso respetando las creencias personales de cada cual, puesto que guste o no estamos en un estado aconfesional y los actos administrativos, por tanto, han de estar exentos de elementos que cuestionen tal aconfesionalidad.
Digo esto porque el PP de Manzanares ha exigido la "certeza" de que los símbolos religiosos, tal que el Crucifijo y la Biblia, estén presentes en el Pleno de Investidura. Las razones que arguye es que siempre fue así, en todas las legislaturas gobernadas por PSOE y PP y que el concejal de UPyD ha participado en varios actos culturales de cariz religioso. Es decir, por costumbre y por la sensibilidad personal y religiosa que puedan tener esos concejales, ignorando que por encima de esas costumbres y convicciones están las leyes y normativas y que por mucho que se empeñen además de que el Crucifijo y la Biblia están fuera de lugar en ese acto tampoco añaden valor al acto administrativo al que se va a proceder.
En Daimiel, según me han informado, tras la polémica de hace cuatro años por la misma cuestión, se ha llegado a un acuerdo para que, por encima de las convicciones religiosas de algunos o las ideológicas de todos, nada interfiera en la toma de posesión y por tanto el Crucifijo y la Biblia estén ausentes, y sea solo la Constitución y la Bandera quienes acompañen ese acto. Y que nadie confunda esto como un ataque a dichos símbolos ya no presentes, como suele ocurrir, sino como la contextualización que impone la lógica y la norma.
De momento, parece ser, es el primer acuerdo al que han llegado los tres grupos, un consenso que esperemos continúe en muchas decisiones de la nueva legislatura que se inicia. Y es que el respeto a estos símbolos, que yo también tengo, no excluye reconocer cuál es su sitio y cuándo deben estar presentes y cuándo no. Y en Daimiel parece ser que ya se tiene claro y que se impone la ley y el sentido común.
A partir de las doce veremos si es así.
***