La frase de Leopoldo queda muy bien pero, desgraciadamente, no vivimos en un mundo ideal y queda como un canto al sol. Claro, si los países arreglaran sus problemas no habría migraciones, pero no solo las causadas por la guerra, tampoco las ocasionadas por la economía, y esas no las producen las dictaduras solamente.
En realidad la frase esconde otra realidad: nos molestan los inmigrantes. En Reino Unido ha sido uno de los valores esgrimidos por los vencedores del Brexit. En países como Hungría ya se conoce como actúan frente a ciertas migraciones. Europa prefiere pagar y colarles el problema a Turquía. Y en España solo nos interesa las migraciones británicas y alemanas porque llevan pasta.
La historia de la Humanidad es la historia de sus migraciones, a veces por ambiciones territoriales y otras por hégiras masivas buscando un futuro mejor. Pero, en general, carecemos de empatía hacia los inmigrantes de esta índole mientras preferimos mostrarnos acogedores con otro tipo de inmigrantes de bolsillo repleto que sí gozan de nuestra simpatía. Todos nos conciernen, aunque queramos hacer distinciones.
Pero lo que olvidamos es que la gran mayoría de los inmigrantes arrastran una historia compleja, angustiosa, y arriesgan todo ante un recibimiento generalmente hostil. De haber podido hubieran preferido quedarse en sus países pero la decisión más consecuente fue la de escapar, para muchos la verdadera y única alternativa.
Los ciudadanos muchas veces no eligen a quienes les gobiernan. Otras veces sí pero no sus políticas. Tampoco deciden las intervenciones militares de terceros, ni el tráfico de armas, ni el aliento militar y económico de fuerzas resistentes para socavar el poder no cómodo para las grandes potencias. Los ciudadanos son muchas veces las víctimas de todo ello y creer que en origen pueden solucionarse los problemas que hagan innecesarias las migraciones resulta bastante ingenuo.
No es lo que debiera, es lo que ocurre y ante lo que ocurre, ahora esa migración de refugiados que huyen de Siria y su guerra, la solución hemos de darla nosotros. De eso se trata.