Casi siempre, después de un gran hallazgo o invento, aparecen esas prácticas perversas a veces o fruto de un mal uso inconsciente, que de todo hay. Es esa tendencia humana para aprovechar los aspectos positivos desarrollando a la par los negativos, y eso puede comprobarse ahora con las llamadas redes sociales que, al tiempo, han sido instrumentalizadas como redes asociales en tanto parte de su uso ha derivado hacia otros deplorables.
Puede que sea más de actualidad que nunca en estos días a partir del asesinato de la política leonesa y ese correvuela que ha emprendido el ministerio de Interior persiguiendo por las redes a gente ciertamente despreciable cuando nunca tuvo esa urgencia inquisitiva y legisladora hasta que les ha tocado de cerca. Esa piara de energúmenos deseando la muerte de otros, festejándola, no pueden merecer otra cosa que el desprecio general porque solo sacan de sí mismos todo lo peor que es capaz de ofrecer un ser humano.
Así, las redes sociales, concebidas en origen como medios para relacionar a unas personas con otras, para comunicarlas de inmediato y poder crear vínculos entre sí, además de otras aportaciones plausibles, ha encontrado un caldo de cultivo ideal para otros usos mucho más cuestionables, algunos ciertamente delictivos, lo que abre esa otra denominación de redes "asociales" que ya viene generando miles y miles de víctimas.
Puede que no nos demos cuenta, o no queramos verlo, pero los problemas de este mal uso van llegando a muchos ámbitos casi de forma solapada hasta que suelen estallar con consecuencias a veces trágicas, sobre todo cuando se dan en edades demasiado tempranas, cuando uno ni es del todo consciente del poder destructivo de dichas redes sociales. Y es que curiosamente hemos puesto en manos de nuestros hijos una opción, no siempre permitida para esas edades, sin percatarnos de todas las consecuencias que aparejan unos usos no responsables.
Hoy día vamos sabiendo más y más casos relacionados con estas redes cuando se vuelven asociales y humillan, acusan sin base, acosan, insultan, alientan la violencia, la xenofobia, el odio, cobijan el engaño, el timo, la pornografía infantil y la pederastia, abarcando casi todas las franjas de edad sin terminar de darle la gravedad que posee. Las soluciones, por supuesto, han de estar en la ley cuando ésta se infringe pero hace falta mucho más, fomentar un uso responsable, no poner determinadas redes a disposición de menores de una cierta edad a los que ofrecemos una herramienta innecesaria y prescindible todavía para ellos, formación, educación, compromiso de los padres y familiares, recurso a la denuncia inmediata cuando detectamos un indicio de delito y que pueda atajar males peores.
Las redes sociales son una maravilla, las "asociales" un infierno. De una a otra, lamentablemente, no existe tanta distancia.
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