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domingo, 24 de enero de 2016

"LA JAURÍA SOMOS TODOS" (Página nº 3450)

Acabo de leer este texto de Lorenzo Silva sobre el suicidio de Diego a consecuencia del acoso escolar per, más allá, del peso de esa jauría a la que tan fácilmente nos adherimos para colocarnos del lado del poder, del vencedor, de la fuerza del grupo:


No tengo mucho más que añadir.

Pero es evidente que hemos abrazado el gregarismo de la manera más reprobable. Somos una sociedad que invita a ser gregarios, a colaborar, protegernos, solidarizarnos, convivir, y eso suele estar muy bien. Pero hemos tendido a postergar nuestra capacidad individual sucumbiendo a la tentación del seguidismo, de la connivencia, de dejarnos llevar, es decir, de conformarnos con el peor perfil del gregario, el que somete toda su voluntad para protegerse, quedar a salvo y jugar a ganador, y eso lo saben perfectamente quienes lideran, aquellos que eligen conducirnos sabedores de nuestra carente voluntad de contradecirles.

En ese mundo burdo se nos manipula fácilmente. Estás conmigo o contra mí, fuera del grupo hace frío, elige ser verdugo para escapar de ser víctima. Y eso sucede desde la más tierna edad, obligado a elegir un sitio en el mundo donde se premian las adhesiones y se castigan las disensiones. Y quienes lideran, muchas veces, tienen objetivos perversos que cargan contra la vulnerabilidad.

Porque no nos engañemos, a día de hoy ser diferente te convierte en objetivo, aunque nuestra mentalidad tienda a negarlo porque la ética social manda constantes mensajes en favor del respeto a la diferencia. y es que dicha diferencia siempre expresa una minoría (sea de piel, de orientación sexual, de origen, de cultura, de ideología..., pero también ser pequeño, demasiado alto, tener algún rasgo físico desproporcionado, algún mínimo defecto, o destacar demasiado, sobresalir intelectualmente...) y es más fácil alinearse con la mayoría, dejar hacer, mirar a otro lado, pero asemejando otorgar legitimidad a los acosadores.

Es triste ver como elegimos el peor gregarismo, el que se impregna de bajeza, condescendencia, sentido acrítico, benevolencia con el mal. Claro que unos ejecutan pero callar, permitir, tolerar, no nos hace mejores que a los ejecutores y muchos ojos ven y silencian los acosos, las agresiones, las ofensas. 

Lorenzo Silva cierra diciendo:

"La jauría somos todos. Es nuestra indiferencia"

Toda la razón, la indiferencia del gregarismo mal entendido, el que se esconde tras la mayoría para exculparse.


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