Hay pocas cosas en la vida tan sencillas como cumplir años. Tú te dejas ir y van cayendo, uno tras otro, sin mucho más mérito que seguir ahí. No responden ni a mérito ni capacidad y suele ser de lo más democrático pues a cada cual le cae el suyo con igual periodicidad y sin mayor privilegio.
Claro, otra cosa es cómo se reciben, y he de reconocer que conozco todo tipo de formas, desde aquellos que los anhelan a esos otros que los padecen, desde aquellos que lo publicitan y celebran casi desde los días previos hasta esos otros que lo ocultan presos de su incomodidad y malestar. Y yo, que ya no los espero como cuando era niño y desde semanas antes casi no pensaba en otra cosa, sí que gusto de cumplirlos hasta el punto de convertirlos en un día especial, querido, deseado, y que suele depararme agradables sorpresas.
Hoy cumplo cincuenta y dos, que ya es una edad, de una vida que me muestra que he tenido fortuna porque me ha dado muchas, muchísimas, más satisfacciones que desventuras, al punto que de repetirla casi la querría idéntica o con escasas modificaciones, y aunque queda mucho, espero, para vivirla por completo y el futuro tiene toda la incertidumbre de lo que está por venir confío en que me trate bien, como hasta ahora, para seguir celebrando con los míos esta suerte de seguir aquí con ellos, disfrutando de todos los momentos que voy almacenando en la memoria.
Cuando murió mi hermano, con quince años, y yo apenas tenía diez, tuve mucho miedo a llegar a esa misma edad. Creo que ningún acontecimiento dejó en mí tanta huella como su pérdida y por eso, a esa temprana edad y fruto de esa visión infantil, creí que si superaba esos quince años sería poco menos que eterno. Y debe ser por eso que siempre he celebrado la vida como un regalo y por eso también que afronto el día a día con el entusiasmo propio de quien espera siempre lo mejor, llegue o no llegue, sin dejarse abatir por la decepción o el desánimo.
Hoy, 26 de abril, miro hacia atrás solo para recordar que los cumpleaños son meras paradas sentimentales para una vida que ha celebrado miles de días felices y algunos pocos tristes que tampoco deseo olvidar.
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