Lo escucho en las conversaciones, lo observo a mi alrededor, lo constato cada vez con mayor vehemencia. Son muchos ya entre los simpatizantes y votantes , incluso militantes y cargos del Partido Popular, por más que estos últimos no puedan expresarlo públicamente, que ya no es que recelen de la política que está llevando a la práctica este Gobierno, es que perjuran que no volverán a votarles o claman, directamente, que es necesario que se vayan. Y esto no es baladí porque la derecha tiene, o solía tener, un concepto patrimonial del poder, creen que lo natural es que esté en sus manos y casi siempre prevalecía en ellos la idea de su posesión sobre las políticas desarrolladas.
Ésta vez no, el alcance de unas medidas que llegan a muchos, que castigan claramente los bolsillos de una mayoría que no queda a cubierto de recortes poderosos, pérdida o deterioro de servicios, subida de impuestos lineales, y la certeza de que quienes quedan a salvo no son, ni de lejos, los más desamparados sino la élite política y económica, parece haber actuado como desencadenante de tal desafección.
No cabe duda, esas políticas duelen cuando se sufren en carne propia, cuando se perciben como víctimas también de ellas, y entonces notan la traición sublimada por ese componente egoísta. Y ya no convence ni la necesidad real de cambio, ni el apelar a que sean las únicas políticas posibles y necesarias. Ya no sirve seguir culpando de todo a los socialistas y atribuirles en exclusiva la situación del país. Ya no puede asumirse ese catálogo de tópicos y excusas doctrinarias cuando entienden que nada de las políticas expuestas en su programa electoral son las desarrolladas y que se resumen en subir impuestos, recortar salarios y despedir gente y vender, como los otros, un futuro mejor que nunca asoma.
La verdad es que cada vez son más y más los que no se sienten a gusto con este traje, lo siente rígido, opresor, carísimo, mal cortado y desagradable, un traje hecho a la medida de unos pocos, cada vez menos, que eso sí deben encontrar en sus bolsillos interiores gusto por las reformas laborales, las amnistías fiscales, las sicav, los paraísos fiscales, las subvenciones, los privilegios y las regalías privatizadoras, que para eso están quedando sus hechuras.
*