Hoy que cumples tantos años como yo en apenas unas semanas quiero dedicarte estas líneas que bien mereces, el tributo a tantos años de amistad que aún llevábamos pantalón corto y la pubertad nos quedaba bastante lejos porque lo más inminente era, sin duda, la cercana comunión.
Nos juntó la escuela, aquella desaparecida Escuela Piña que nos hizo adueñarnos del Parterre durante un curso pero que ya nos vinculó a él para siempre. Y recuerdo que desde el primer momento hicimos buenas migas algunos de nosotros, congeniamos sin saber entonces que aquella amistad era de las que resisten cualquier tiempo y nos acercan para siempre.
Siempre vi en ti una buena persona, un chaval que merecía del todo la pena, con unos intereses que, de alguna manera, tenían que ver con los que yo empezaba a vislumbrar. Quizá por eso de todos los compañeros que tuvimos solo unos pocos terminamos por ser demasiado importantes en nuestras respectivas vidas para que sintamos que siempre nos une el valor de esa amistad imperecedera, para que creamos con certeza que nos importa todo lo que a unos y otros nos va sucediendo.
Miro fotos y estás en esos momentos importantes que atesoro y ya me parece innecesario pedir más. Tantos los recuerdos, las sintonías, las vivencias, los proyectos. en estos muchos años, que me llevan a considerar tu importancia para mí y, claro, con mi familia.
Creo que la vida nos recompensa con gente así, con esos amigos que sabes que siempre están ahí, aunque a veces no nos veamos tan a menudo. Y en eso estoy muy agradecido a los premios que en mi vida habéis sido gente como tú.
Quiero felicitarte de nuevo, aunque ya sé que no te gustan demasiado las cifras que ya manejamos en nuestros cumpleaños, y desearte lo mejor porque, egoístamente, yo seré partícipe de tus felicidades y alegrías.