Lo dice Juan Sánchez, director de la Biblioteca Regional, en el Digital de Castilla-La Mancha y casi que lo comparto, pero hay corrupciones casi tan graves como esa y pondría como ejemplo la innumerable cantidad de puestos creados innecesariamente para dar cobijo a aptos e ineptos para funciones que la propia administración, a través de sus funcionarios acreditados de todo nivel, podría realizar porque para eso estarían. Incluso dando por buena la aptitud de algunos de los colocados y admitiendo la ineptitud de muchos de ellos, lo verdaderamente importante es comprobar cómo la administración ha crecido desproporcionadamente para dotarse de cargos políticos, de confianza y de asesores cuya motivación principal es la endogamia partidista y el acomodo de bocas agradecidas.
A veces se nos dice que una administración central y diecisiete autonómicas son una barbaridad. Puede que lo sea, pero si se limitasen a lo estrictamente necesario, es decir, presidentes, ministros, consejeros, secretarios de Estado, directores generales y punto la cosa sería hasta asumible. Pero hay que endilgarnos a la patulea partidista, los bocones y tragones de turno, la morralla parasitadora de cargos y prebendas que engordan los partidos cada vez que mandan entonces es imposible y nos conduce al disparate que suma arribistas y lameculos.
Los asesores y los cargos de confianza son una plaga que necesita extinguirse porque nos cuestan muchísimos dineros y desprecia la formación y capacidad de funcionarios que obtuvieron su plaza para realizar las tareas fundamentales que aquellos asumen. Esto obliga a duplicar gastos porque los funcionarios seguirán ahí, aunque vacíen de contenido su trabajo, y en muchos casos, en las escalas altas que son las que usurpa la caterva, con bastante más formación, capacidad y conocimiento para realizar esos trabajos. Y lo de la confianza que se lo vendan a otro porque un funcionario es un empleado público obligado por ley a mantener la discreción y custodia pertinentes, salvo que lo que se pretenda es tener cargos de confianza para ocultar algo o utilizarlo de manera cuestionable.
Hay otras corrupciones igual de graves, los nombramientos a la carta de los altos cargos judiciales, la manipulación de los medios de comunicación públicos, la utilización de publicidad o subvenciones o el otorgamiento de licencias a medios privados en función de los intereses de quienes gobiernan en cada momento para modular la crítica y la fiscalización de sus decisiones, modificar las decisiones que con dinero de todos solo pretenden auspiciar alianzas y consensos o plantear acciones que únicamente buscan resultados electorales para sus partidos, etc, etc...
Todo lo dicho tiene ejemplos varios en los partidos que ya han gobernado, todos ellos han repetido estas suertes de corrupción que pasan más inadvertidas porque no suponen robos de dinero, enriquecimientos ilícitos, choriceos que a la gente parecen más escandalosos pero que no atacan tan directamente al pilar de la democracia como los descritos y que van contra la independencia judicial, la pluralidad informativa de los medios públicos o la objetividad de los medios privados, por ejemplo.
Por todo ello digo que España es corruptísima porque se ha orquestado un sistema decididamente corruptible que, por tanto, encuentra un medio ideal para que la corrupción campe a sus anchas. Si la Justicia se mediatiza, si los medios públicos faltan a la verdad y manipulan, si los medios privados callan como cabrones para ser alimentados por la administración a través de la publicidad institucional o las subvenciones de todo tipo o recibir nuevos canales de radio y televisión, y si la forma de cobrar un buen salario bastante por encima de la media deviene de conseguir uno de los inumerables cargos políticos, de confianza o de asesoramiento, entre otros muchos males, el sistema está corrompido hasta los tuétanos. Y España lo está y muchísimo.
*