No nos engañemos, ni tan siquiera se es independiente en un partido o agrupación independiente, así que mucho menos cuando se integran como tales dentro de partidos convencionales. Y eso que estos partidos, inicialmente, tampoco muestran demasiado reparo en integrar en sus filas a quienes quieren presentarse con esa condición. Los creen válidos, valiosos, y doblegarse de principio a sus condiciones lo dan por aceptable. Así, claro, son muchas las personas que ven derribado el último obstáculo para ceder su nombre en una candidatura sin sentir que eso les pone del todo en manos de ese partido captador.
La realidad es otra, la propia dinámica de funcionamiento de los partidos, esos que exigen nula discrepancia pública, lealtad, unidad, disciplina, ya se encargan de intentar fagocitar al "independiente" fichado de varias formas posibles y que en la mayoría de los casos consiguen. Ser independiente no deja de ser una fisura, una anormalidad en la estructura de los partidos convencionales donde los versos sueltos, los espíritus libres, tienen escasa cabida y solo en aquellos casos de enorme personalidad y gran tirón electoral o mediático pueden obtener cierta condescendencia de los aparatos de las organizaciones. El resto, o se integra totalmente militando con carnet y cuota o abandona, porque otra situación es poco menos que complicada.
En Daimiel, donde gobernó una agrupación independiente, aunque estructurada como un partido más, con las mismas virtudes y vicios, la independencia parecía más ideológica que individual, y tampoco eso porque procedían en buena parte de la extinta UCD donde, eso sí, convivían tantas sensibilidades como familias por su condición de partido contenedor. La ventaja era que no había aparato por encima de ellos que, a nivel provincial, regional o estatal, suele tener muchísimo peso sobre las agrupaciones locales en el resto de partidos.
Pero además de otros casos es de recordar que aquella lista socialista del 91, la que consiguió por primera vez la alcaldía para el PSOE, estaba trufada de independientes hasta el punto de que eran mayoría los de esta condición que los afiliados entre los concejales electos. Eso sí, desde el alcalde, Díaz-Salazar hasta el último de aquellos "independientes" bajo las siglas socialistas, tardaron bien poco en abandonar esa etiqueta y pasar a formar parte del partido como militantes con carnet.
O, por ejemplo, en el PP del 2003 se integró como independiente Mª Dolores en su primera aparición, y no sé si alguno más, aunque es evidente que también en poco tiempo cedió esa etiqueta y se integró a todos los efectos en el partido de acogida.
¡Ojo!, no digo que me parezca mal ni bien, y esto lo digo para aquellos con la costumbre de no leer lo que digo sino de entender lo que quisiera que dijera. Cada cual toma sus propias decisiones y por tanto no las discuto desde el ámbito personal, lo que digo, y vuelvo al título y primeros párrafos de esta entrada, es que es casi imposible ser independiente en política, mantener una condición de autonomía dentro de un partido del que formas partes en cuanto a determinada acción política como es la de ser concejal, y no porque sea imposible serlo en la teoría sino porque de facto las condicionantes para poder serlo son tan numerosas que practicamente lo impiden.
Debe ser por eso que a mí nada se me ha perdido en la política y, también, por lo que pienso que una mayor independencia de las personas integradas en la política haría mejor esa actividad donde la falta de crítica interna, el seguidismo y el arribismo matan cualquier atisbo de ser independiente y poderse expresar con criterio propio y sin hipotecas.
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