Se viene escuchando desde hace mucho tiempo que uno de los grandes y graves problemas de nuestra economía es esa bolsa de dinero incontrolado que engloba el fraude fiscal y la economía sumergida, y que los inspectores de la Agencia Tributaria estiman, a la baja, en 40.000 millones de euros. El problema no es sólo su existencia, que se da en todos los paises, sino el volumen real de esta que en España resulta desproporcionado.
Nunca, y cuando se dice nunca va referido a esfuerzos serios, metódicos, con recursos suficientes y voluntad real, se ha abordado la lucha contra el fraude fiscal y la economía sumergida que aquí siempre ha tenido, en sus beneficiarios, la consideración de gente lista y pícara y no la de insolidarios, aprovechados y delincuentes que debería tener, a mi juicio, y cuyo efecto inmediato es el reparto de la carga fiscal en los que si cumplen y pagan.
Ahora, sólo por coyuntura y no por convicción, se apuntan medidas para tratar de perseguir el fraude y los beneficios de la economía sumergida, una de las cuales sería la imposibilidad de pagar en efectivo facturas de más de 1.000 euros, que los propios técnicos de Hacienda estiman haría aflorar 26.000 millones de euros, ya que las empresas no podrían deducir el IVA, ni el gasto en el IRPF ni en el Impuesto de Sociedades la parte de las facturas pagadas en metálico, con cheques bancarios o documentos al portador que exceda del límite máximo permitido de 1.000 euros. Y no olvidemos que la economía sumergida y el fraude fiscal representan, por estimación, casi una cuarta parte de la economía nacional.
El problema, nuevamente, viene al acotar la libertad de una persona para pagar en la forma que desee, incluso aunque todo el dinero obtenido por él sea legal y regulado. Y por otro que los principales beneficiarios serían nuevamente las entidades bancarias, los gargantúas reales de todas las decisiones económicas de los distintos gobiernos, con sus comisiones por transferencias y por cada servicio que ofrecen.
Pero puestos, y desde mi punto de vista mediatizado porque mis ingresos son absolutamente blancos por razones obvias y muy raramente hago operaciones superiores a esa cantidad, es que prefiero que se tomen medidas capaces de reducir notablemente ese fraude fiscal que, de alguna manera, repercutirá favorablemente en la mayoría de ciudadanos y aliviará, si se consigue, la situación crítica que vivimos ahora. Sólo falta la voluntad real de detener esta sangría fraudulenta, y de eso aún guardo mis dudas.
Noticias alentadoras...¡ o no !, que ya imagino que algunos se echarán las manos a la cabeza indignados por tanto control, que ya sabemos que hay de todo en botica.
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