He puesto distancia con Daimiel y junto a mis amigos nos hemos marchado hacia el sur este puente del Pilar. Aunque me resisto a no actualizar este blog apenas encuentro el momento de hacerlo y cuando lo hago mi mente está bastante distraida en este ambiente festivo donde, sobre todo, a uno le ocupa conocer la ciudad y disfrutar del tiempo con tan buenos compañeros de viaje con los que comparto el tiempo.
Trato de seguir la actualidad de Daimiel y me alegra leer que este puente también repercute en nuestra localidad por la gran afluencia de visitantes al P.N. de Las Tablas, incluso para que ese indudable empujón de visitantes ocupe un lugar en la prensa. Lo que ocurre es que vuelve a preocuparme que, cada vez más, la oferta de ocio y restauración siga menguando y todo ese caudal de turistas se pueda sentir defraudado y busque otras alternativas en poblaciones aledañas. Y aún más cuando, al viajar, te das cuenta de cómo otras localidades son capaces de optimizar mucho más sus recursos turísticos y hacer apetecible quedarte en sus calles, restaurantes y terrazas. Porque no nos engañemos, Daimiel jamás ha aprobado esa asignatura, a pesar del poderoso imán que suponen unas Tablas cuando están en buenas condiciones, ni ha sido capaz de generar, a partir de ese atractivo natural, una parte importante de la economía local.
Mientras tanto aquí estoy, en uno de esos momentos de asueto, y antes de salir a esta noche apetecible de gran ambiente y buena temperatura para seguir pateando las calles de una estupenda Sevilla que nos acoge con entusiasmo y nos ofrece todas las alternativas que soñamos encontrar.
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