Regreso a ambos porque recordaba todos esos nombres ahora vueltos a la actualidad con las pequeñas surgencias que el acuífero se empeña en aflorar sobre el cauce mutilado del Guadiana que lucha por ser donde siempre fue. Los recordaba por boca de mi padre y porque luego, cuando el Ayuntamiento de Daimiel decidió regalarnos la oportunidad de la reedición de ese libro, allí estaba él, en aquella foto junto a su amigo Jesús, donde, como contaba el pie de foto, empezaba el río. "Es un pequeño manantial. Las aguas son tan limpias que reflejan nuestras figuras y tan serenas que no las desdibujan". Mi padre, Heriberto, es el de la izquierda.
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En esa página aparecía un croquis con la localización de los distintos "ojos", esos que ahora vueltos a escuchar me devuelven la memoria de lo que él me contaba constantemente intentando que, de alguna manera, yo pudiera construir esas imágenes nunca vistas en su apogeo. Ojo de Mari-Lopez, Ciego, del Sordico, del Pico, del Rincón, donde la tierra siempre dejó memoria del afloramiento para que el agua, alguna vez, recobrara el camino al exterior a pesar de los hombres.
Todos los esfuerzos descriptivos de mi padre quizá no valieron para que yo me apropiara de sus recuerdos, para que consiguiera mirar por sus ojos, pero me predispusieron para valorar el Guadiana, para ansiar ver restablecido el equilibrio hídrico, para soñar volver a ver surgir el agua en ese espacio de mágica belleza que pretendía transmitirme con sus palabras. ¡Cómo hubiera disfrutado sabiendo que la naturaleza se revolvía contra el dictado de las personas!, ¡cómo me hubiera acompañado a esos sitios sabiendo que se obraba el pequeño milagro de volver a aflorar agua en aquel maravilloso río por su tramo daimieleño cuando ya lo creía irremisiblemente perdido!
Nota bibliográfica: "Daimiel, geografía de un municipio manchego", don Francisco Pérez Fernández. Ayuntamiento de Daimiel, 1985. Se trataba de una reedición, con apéndices añadidos, del publicado en 1958 por el Instituto de Estudios Manchegos.