Entre los que defienden que dos horas más de clase son un esfuerzo exigible y asumible y los que dicen que eso afectará a la calidad de la enseñanza existen tantas diferencias como ocultaciones. Dos horas son perfectamente asumibles, por supuesto, y de hecho se terminarán asumiendo sin mayor dificultad que el malestar por un nuevo retroceso en el campo educativo, como en otros campos, relegado por las políticas abusivas de antes y menospreciado por las políticas restrictivas de ahora.
A los docentes les preocupan muchas otras cosas además de trabajar dos horas más en horario. Les preocupa el menosprecio social a su trabajo, a veces por propio mérito y otras a caballo del tópico y la envidia. Les preocupa la situación general de fracaso de la enseñanza, los recortes constantes en recursos humanos y económicos. Les preocupa la falta de interés de la administración por el valor de la educación y la formación que viene lastrando el futuro del país. Les preocupa que cada vez se conciba la labor educativa como una tarea asistencial. Les preocupa que la condición de funcionarios se haya instalado como un estigma contra ellos. Les preocupa que los políticos sigan mintiendo al decir que no consentiran recortes en servicios básicos como la educación y vengan practicándose desde hace unos años con bastante energía.
Los docentes no somos maravillosos ni especiales. Hay de todo, como en todos sitios, y acumulamos errores, problemas, discrepancias con nuestra labor como en otros muchos ámbitos. Pero a veces se nos juzga por aspectos que nacen del desconocimiento real o la utilización perversa de los datos, e igual que hay docentes de todo tipo y con aspectos muy criticables también los que juzgan vienen a veces cargados de prejuicios que condicionan su criterio.
A los maestros esas dos horas, en teoría más, no nos va a afectar directamente porque las 23 horas lectivas mencionadas eran en realidad las 25 reales que, eso sí, se distribuiran de otro modo y con otra nomenclatura. Por tanto la incidencia directa, en la atención a alumnos y en la permanencia en el centro, será prácticamente nula. Y por eso mismo tampoco afectará al tiempo de dedicación fuera del centro pues al no implicar aumento de atención directa real la preparación de clases, correcciones, programación, búsqueda de recursos o formación será la que venía siendo. Quizá en el profesorado de institutos sí tenga mayor incidencia.
¿Pero por qué se dice que afectará a la calidad? Por las dos horas no, estoy convencido, pero sí por la suma de decisiones que se han tomado en estos años, incluidos los recortes anunciados ahora por De Cospedal. Si suben las ratios, si se reducen plantillas, sobre todo en atención a los alumnos con dificultades modificando puestos de PT y AL, si se restringen las interinidades al extremo de que no se cubran las bajas que no sean de largo alcance y duración, si se recortan los presupuestos como vienen haciéndose desde hace seis o siete años y se demoran los pagos, casa cada vez más habitual e incomprensible, es evidente, y está sucediendo, que la calidad de la educación actual es de peor valoración que la de hace una década, y aunque sea preferible cargárselo al profesorado, que su parte tendrá, lo cierto es que básicamente corresponde a las administraciones el grueso de la responsabilidad en esta mengua.
Socialmente la educación es apoyada con la boca pequeña porque, desgraciadamente, en España, no es una prioridad real ni la apuesta de futuro que debería ser siempre, y los docentes son tratados de gandules sin mayor vacilación por una mayoría que sólo se fija en los aspectos más cuestionables de su trabajo y prefieren ignorar la parte más transcendental de su tarea.