EL TRIUNFO DE LO ESCRITO (Página nº 723)

Si puede reconocerse una virtud, en el terreno dialéctico, en Cristina, Galo, y si me apuran, en algún momento, en Mª Dolores, es la capacidad de hablar sin papel o más allá de un razonable esquema argumental que hile sus discursos y réplicas en los plenos. Sólo ellos, y puntualmente Leopoldo, parecen capaces de no subordinarse al papel previamente escrito y dejar asomar su capacidad de improvisación y réplica inmediata, con mayor o menor acierto, mostrando cierta autonomía y reflejos sin subordinarse por entero a un guión previo.

No sé qué pensarán los demás pero, a mi juicio, ese cierto desapego a la lectura pura y dura, ese deseo de superar lo escrito y dar espacio a una mayor naturalidad en el debate transmite cierto dominio, seguridad, capacidad, oficio sobre lo debatido, incluso aunque pueda no llevarse razón. Indica, yo lo veo así, autoridad en lo hablado y seguridad en el discurso.

En cambio ayer vimos, por ejemplo, cómo la concejal de Participación Ciudadana, Soledad, se atenía tanto y tanto a lo escrito que incluso la segunda intervención ignoraba el contenido de las réplicas y hubiera contestado lo mismo, escrito previamente al Pleno, le hubieran alegado lo que le hubieran alegado los dos portavoces de la oposición. Hasta sonó, en su lectura, caomo extraño, marciano, algo que iba a decir de cualquier manera pasase lo que pasase. Y eso me produjo la sensación contraria a lo que decía antes, inseguridad, falta de dominio del tema, escasa capacidad para el debate, falta de oficio.

Aquí no hablamos de que los representantes políticos municipales tengan que ser "castelares" sino de la sensación que producen a quienes les escuchan, que es mi caso al exponerlo aquí. Las capacidades de unos y otros no son el objeto sino, insisto, la sensación que dan, y lo otro, lógicamente, habrá de desprenderse de sus acciones de gobierno. Eso sí, un poquito más de soltura en la oratoria, una mayor disposición al debate real sobre lo dicho en el marco de la discusión, sería de agradecer como espectador de esos plenos.

*