Pepiño Blanco ha entrado en esa cohorte de los presuntos, políticos señalados por la acusación o el rumor y que concitan la atención mediática del momento. La política española tiene demasiados presuntos, lo que sólo es un halo de sospecha hasta que no se confirme pero que tiene su repercusión en la confianza de los ciudadanos y esto, en el caso de los políticos, y por más que nos tengan acostumbrados a todo tipo de casos relacionadas con corruptelas de mayor o menor empaque y hagamos costra con ello, no deja de ser importante.
De los presuntos poco importa su inocencia o culpabilidad porque la etiquete de presunción suele tener el estigma de la condena popular y muchos ya están convencidos de que Pepiño tiene que ser un chorizo sí o sí antes de cualquier proceso legal.
Es triste que la política española cargue con tantísimos presuntos cuando siendo la actividad que es, en la que se maneja tanto poder, información privilegiada y dinero público debiera dar muestras de comportamientos ejemplares, transparentes, que huyeran de toda sospecha. Pero no, desgraciadamente parece ser un nicho de listos, aprovechados, sinvergüenzas, que extienden la fama incluso a los que tratan de tener una gestión impoluta y cabal.
Puede que sea injusto condenar de antemano a alguien por un rumor, de hecho lo es, pero convendría que todos los políticos señalados fueran suspendidos de su cargo hasta clarificar las cosas y en la búsqueda de la limpieza y honestidad. Sin embargo los partidos, ya se ve, cierran filas con los destacados y allanan el camino para que los ciudadanos crean que todos son iguales de bribones. Sobran presuntos, estamos hasta las narices de tanto presunto que no ayuda a dignificar la labor política sino a degradarla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario