sábado, 2 de julio de 2011

SEGURIDAD ALIMENTICIA (Página nº 22)



A menudo bromeamos con un compañero animándole a poner gallinas y asegurándole que tendrá garantizada la venta de excedentes entre nosotros. Gallinas, eso sí, de corral, alimentadas sin piensos ni sometidas a esos intereses comerciales al uso. Seguramente porque uno recuerda aquellos años de trabajo en pequeños pueblos donde algún vecino obsequiaba aquellos espléndidos huevos de corral antes tan habituales y hoy díficiles de encontrar en pueblos como el nuestro.

En realidad no son los huevos, ya es casi todo. Con la misma facilidad que nos hemos ido acercando a todo tipo de alimentos se han multiplicado las distancias con aquellos otros que comíamos antaño. Prolifera el engordamiento, la crianza en piscifactorías, el uso de sustancias que aceleran crecimientos y disuelven sabores. Y también abundan las pequeñas, medianas y grandes alertas sanitarias y de consumo sobre tipos de productos. Desaconsejan consumir alimentos según edad o estado, por su mayor incidencia, pero reconocen que, para el resto, con menor impacto, también incide.

Hemos convertido la Naturaleza en vertedero y, como se ve, no sólo de desperdicios sino de sustancias que, en realidad, sólo persiguen incrementar el beneficio económico aunque pongan en el filo la salud de los consumidores. Si chupas las cabezas de gambas, dosis de cadmio; si comes atún, mercurio; si algunas verduras, nitratos. Y estas alertas se repiten constantemente añadiendo nuevos alimentos que, en muchos casos, forman parte de la alimentación habitual. Y es que, como siempre, estamos subordinados, ¡la salud también!, a los beneficios de los productores, transformadores, intermediarios y empresas, y desconocemos lo que realmente comemos cada día. Y aunque haya miles de controles la realidad persiste, ya no comemos sólo lo que deberíamos comer cuando tomamos un melón, unas espinacas, un filete de ternera o uno de atún, sino todos los añadidos que natural o artificialmente se han ido añadiendo a ellos.

Al hilo de este tema me he encontrado con esta genial viñeta de El Roto, aparecida hoy mismo en El País:


(Pinchar en la imagen para ver más grande)
¡Genial, como siempre!

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