¿PERDIENDO AMIGOS? (Página nº 1582)

Hay que ver la preocupación que tienen algunos porque pierda amigos, por mi trabajo profesional o por otras circunstancias de mi vida. Les importaría una mierda si escribiera un blog de jardinería o sobre macramé pero, claro, tengo la mala costumbre de dar mi opinión sobre las cosas que me rodean y que me afectan y eso parece que enerva a algunos hasta el punto de desbarrar con comentarios que van más allá de la crítica a lo escrito y que a falta de argumentos de mayor valor prefieren tirar a dar en lo personal, pero yerran sus disparos.

No soy mejor ni peor por escribir un blog crítico porque quien da su opinión, con respeto, y la fundamenta, lo más que puede temer es a equivocarse y meter la pata. Pero si uno piensa que callarse sería aún peor lo único que se está haciendo es un ejercicio de libertad para expresar lo que se siente y piensa ante lo que sucede a su alrededor y sin más intención que hacerlo saber.

Ocurre que, a veces, la persistencia en el mensaje puede calar hasta el punto de que algunas, o muchas, personas se interesen por ese blog. Da igual que compartan lo escrito o estén diametralmente en desacuerdo, pero puede que se acerquen de modo habitual a saber que se escribe ahí y, si quieren, dar su opinión. Y ocurre que por eso dicho blog comience a acaparar mayor atención de lo que en principio era previsible y haga pensar a algunos que les perjudica, cosa que no sucedería con el macramé o la jardinería. Entonces el que escribe parece tener más relevancia que lo escrito y algunos pasan a buscar flancos de debilidad, a lanzar mensajes que pongan en duda las cualidades personales o profesionales, que da igual tengan base real o no porque se busca desactivar lo que creen una amenaza.

Según esto pierdo amigos, una hemorragia de amigos por la que muestran su falsa preocupación. Pero los amigos siguen ahí, de momento todos a los que he considerado alguna vez como tales, y tampoco he notado deserciones entre la gente que trato habitualmente y que no me tienen por un furibundo ni un intransigente pero que saben que desde siempre encierro un sentido crítico que expresaba mucho antes de tener un blog al alcance.

También cuestionan mi trabajo que, es curioso, sitúan en niveles que hace años no imparto, y si no dicen que me como a los niños con patatas es porque sería tan ridículo y fácil de desmontar que se les vería el cartón. Según ellos los alumnos me odian, los padres me temen y los compañeros sufren el fracaso irreversible de los chavales que pasan por mis manos. Nunca he presumido de excelencia pero da risa comprobar hasta qué punto llegan porque no les gusta lo que escribo, incluso al punto de esa inventiva.

Aún hay comentarios peores, mucho más malintencionados, que no ven la luz como no lo ven comentarios que se realizan sobre otras personas y que no son aceptables. Y lo hacen, que es lo divertido, desde una creída superioridad moral que, desde luego, desmienten sus propios comentarios.

No suelo entrar en ese juego, doy paso a aquellos comentarios críticos contra mi que, digamos, no sobrepasan lo razonable. Siempre los he aceptado y, casi siempre, rebatido, y es bueno que estén ahí para que cualquiera vea el talante de quienes los escriben y los argumentos, cuando los hay, que esgrimen. Pero a veces, como ahora, dejo una entrada al respecto porque se sepa.

Entiendo que la crítica que yo hago no se comparta pero no entra en los aspectos personales de nadie sino en las decisiones y las palabras que se toman y dicen. Y lo explico. No es razonable que esperen de los ciudadanos sólo complacencia, aceptación y condescendencia ante lo que dicen y hacen pero algunos todavía no asumen que la vida no es exactamente como ellos la ven y que ante eso lo mejor es no callarse.

*