Hay una época de nuestras vidas en las que, consciente o inconscientemente, luchamos por no parecernos a nuestros padres. No importa lo modélicos que puedan ser, es como una necesidad de distanciarnos para autoafirmar nuestra propia personalidad, aunque en el fondo, después te das cuenta, lo que fraguas es una antipersonalidad porque la construimos por oposición, la llenamos de "antis" e, irremediablemente, no acaba así de encajarnos bien. Es lo que sucede cuando nuestro proyecto vital, en plena adolescencia, carece de planos, dirección de obras, asesoramiento técnico, y vamos dando bandazos porque tenemos casi más claro lo que no queremos ser que lo que ansiamos terminar siendo.
Yo también pasé esa época, a pesar de que apenas encontraba en mi padre algo que me molestase, a lo que oponerme, porque a esa edad prevalecía tomar distancia aunque nada lo justificara. Y aunque aquella "fiebre" me duró poco casi siempre me ha pesado porque, en el fondo, me he ido reconociendo en él, observando que, cada vez más, voy pareciéndome, asumiendo que ese ha sido mi modelo y que hacia él tiendo.
Y ha pasado mucho tiempo desde que ya no está a mi lado aunque regreso a él, a su memoria, a sus recuerdos, bastante a menudo, porque voy entendiéndole mejor. Creo que ese itinerario personal, enriquecido por mi condición de padre, me hace valorar mucho mejor los anhelos, los sacrificios, las acciones, las alegrías y tristezas que para conmigo siempre tuvo. Y por eso sé que mucho de lo que ahora soy proviene de él, se lo debo a él, y me ayuda a guiarme en mi tarea de padre, en conducirme de la forma que lo hago, puede que esperando que como ahora yo mi hija pueda recordarme por todo lo bueno que le pude aportar.
Hoy es el Día del Padre. Lo son todos los días, o debieran serlo, aunque sea una fecha simplemente elegida para visualizarlo entre otros intereses menos emotivos y mas comerciales. Y he querido ilustrar esta entrada con una foto de mi padre, el de la izquierda, con su amigo Jesús, junto a los Ojos del Guadiana, aún en su apogeo, y que tantas veces trató de describirme para que yo entendiera lo extraordinario de aquel espacio.
Esa foto, por cierto, aparece en el libro de don Francisco Pérez "Daimiel. Geografía de un municipio manchego", reeditado por el Ayuntamiento de Daimiel.
Pero, además, esta foto sirve para ver en mi padre, que aún no lo era, como el joven que también fue, con sus sueños, sus vivencias, sus felicidades y sus rebeldías, presto también a comerse el mundo y desconociendo que alguien como yo aspiraría a ser como él y lo echaría tanto de menos.
¡Feliz día a los padres que se esfuerzan por serlo! Es posible que estén inmortalizándose, así, en el corazón de sus hijos.
Últimamente los comentarios en el blog están como el país: AUSENTES.
ResponderEliminarBueno y bonito; barato no, porque, como el cariño verdadero, ni se compra ni se vende.
ResponderEliminarExcelente.