Es curiosa esa apelación recurrente a que los gobiernos entrantes, sean locales o autonómicos, dejen de quejarse de lo que se debe y se pongan a trabajar. Lo leo en algunos foros, ese "ustedes gobiernan ahora y deben dejar de repetir todo lo que se debe". Yo no lo entiendo, la verdad, salvo que la única acción real sea la queja, porque cuando alguien accede al poder no hace tabla rasa, no empieza, en rigor, desde una situación preestablecida y libre de cargas sino que se ve condicionado por lo que encuentra, tanto en lo bueno como en lo malo, y aunque deba apechugar con ese punto de arranque está en su derecho de publicitar una situación que, en la mayoría de los casos, no esta suficientemente explicada o ha sido parcialmente velada.
En el caso de Castilla-La Mancha, por ejemplo, que en 2001 era la menos endeudada respecto al PIB de la comunidad y que ahora es la cuarta y que en la última legislatura tiene el dudoso honor de haber sido la que más incrementó ese porcentaje, ya en plena crisis, la queja de los entrantes sería nímia si el total de la deuda no supusiese un lastre casi definitivo a cualquier iniciativa inmediata. Es fácil pedir que se dediquen a gobernar pero ¿con qué? Yo creo que se les debe criticar severamente por decir que no harían recortes en educación, sanidad o políticas sociales cuando es evidente que los han realizado pero ignorar que el origen de esos recortes proviene de una política absolutamente irresponsable de los anteriores gestores nos lleva a decidir si era posible mantener ese nivel disparatado de gasto en la región o había que plantarse, no sé si por convicción o seguramente por imperativo de carecer de dinero, para volver a la cordura, aunque ahora toque pagar en educación o sanidad o tercera edad parte del tributo contra la promesa dada por la presidenta entrante.
Me parece simplista no reconocer que estamos al borde, que no sólo son las cuentas de la comunidad autónoma o de muchos de los ayuntamientos, sino del propio tejido económico ahogado por una forma de hacer política que sigue ahí porque la pella no va a desaparecer en nada. Y es que hemos llegado a una situación en la que los recortes n son una elección sino una obligación y podemos criticar los ámbitos acertados o desacertados en los que se aplica la tijera pero no la necesidad de recortar, impepinable aunque a algunos moleste, y consecuencia real del dispendio de los anteriores gestores.
Algunos se consuelan diciendo que las regiones populares no son ejemplo de contención y si se tratase de demostrar quién la tiene más grande lo mismo entraría en esa querella pero lo cierto es que me da igual el color del mal gestor porque, en definitiva, a ellos les sale gratis y los ciudadanos somos las verdaderas víctimas de la pésima gestión, y de poco sirve señalar al PP, o al PSOE o a cualquier otro, porque hay servicios que dejarán de darse y otros se darán peor que hasta ahora producto de decisiones traumáticas pero abocadas a una situación fraguada durante muchos años de dispendio y derroche. Y a nosotros nos toca Castilla-La Mancha, con todo su lastre financiero, una comunidad donde su expresidente nos sale con la chorrada de que él no era contable, ¡tócate los cojones!
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