domingo, 10 de marzo de 2013

CERRANDO FILAS (Página nº 1710)

Nunca he querido pertenecer a un partido como no lo he hecho a un sindicato, independientemente de que pueda entender su existencia y sus funciones dentro del sistema. Y uno de los principales motivos es que no quiero que nada pueda condicionar mi libertad de disentir y expresarlo públicamente, que nada me impida poder mostrarme crítico con algunas decisiones o actos del mismo modo que pueda adherirme a otras tomadas o actos realizados, y como entiendo que esa libertad no está garantizada en esos partidos o sindicatos, por centrarme en el campo político y laboral, cuando hablamos de puertas hacia afuera pues siempre he resistido a la tentación de militancia.

Habrá quien diga que sí existe la crítica interna, aunque yo, al estar fuera, nunca he visto rastro de tal cosa. Y puedo aceptar que sea así, aunque le otorgue un cierto carácter residual. Pero el resultado, de todos modos, es el de que la impresión que se da hacia afuera es el de cierre de filas, ausencia de autocrítica, incluso la impostura de una defensa a ultranza e incondicional escandalosa. Esa hipocresía del las cosas se lavan dentro, del dar sensación de unidad, de taparse las vergüenzas y culpar a los otros.

En estos días, a raíz del escándalo del impago del IRPF y del no abono de las cuotas de la seguridad social de sus trabajadores en la agrupación madrileña de IU durante más de una década, han sido bastantes los que han salido a pedirle cuentas a los concejales locales de ese partido en Daimiel, a que se manifestaran públicamente criticando el hecho. No estaría mal, claro, aunque no sucederá y ya podremos darnos con un canto en los dientes si no salen a justificarlo. Pero la hipocresía es no reconocer comportamientos semejantes en cada uno de los partidos y sindicatos tocados por algún escándalo, y son muchos y muy repartidos, y que quienes demandan esas explicaciones sean incapaces de darlas cuando les ha afectado a ellos y tienen el mismo comportamiento. Y ojo, no hablo sólo de los concejales locales sino que lo generalizo a todos, desde los mandos altos a la militancia de base, que pudiendo reconocer en privado el malestar y la indignación, en público suelen sumarse a la defensa y abrazar con entusiasmo el "ytúmás" aderezado con los argumentos recomendados desde la dirección.

Los partidos funcionan así, con su cierre de filas, la adhesión inquebrantable, la disciplina interna, el concepto bastante perverso de lealtad y el silencio si no quieres convertirte en un apestado. Vamos, un "corporativismo" mal entendido que hace que la disidencia sea residual y que este cáncer que albergan dichas formaciones se haya instalado con fuerza en ellas y parezca imposible de erradicar.

Porque a un partido te puedes inscribir con total libertad pero a partir de ahí los condicionantes te convertirán, seguro que a tu pesar, en un rehén de sus disciplinas internas y por eso, cuando salen escándalos vinculados a unas siglas, nadie o casi nadie se moverá si no es para irse o ser expulsado, y se justificará diciendo que los otros tampoco lo hacen o que lo sucedido es un hecho puntual que ya se ha depurado o cualquier excusa boba que no servirá para que no vuelvan a suceder casos semejantes.

No, desde luego nunca he querido participar de algo así, prefiero poder expresar públicamente mi malestar sobre esos escándalos independientemente de siglas y disciplinas, y para eso, al día de hoy, tienes que quedarte al margen.

*

No hay comentarios:

Publicar un comentario