Hay una parte de nuestro país que da grima, asco, aversión. Una parte que no es anecdótica, puntual, episódica, sino que está demasiado enraizada en nuestra cultura y asoma con demasiada frecuencia como para creerla inocua, porque en el fondo se vincula con tanta facilidad a nuestra idiosincrasia que se corre el riesgo de hacerlo extensivo a todos nosotros de forma injusta.
Algunos lo llaman picaresca, es cierto, como si quisieran convertir en virtud lo que no lo es. Porque lo justo sería llamarlo sinvergonzonería, fraude, corrupción y una sarta de adjetivos más que destacaran la parte perversa y despreciable que encierran las acciones de muchas personas y que no suele tener la respuesta punitiva que de verdad merecerían.
La prensa siempre contiene noticias de este tipo, casi a diario, que a veces hasta cuentan con la simpatía popular o la condescendencia. Esto es, posiblemente, lo peor, que esos comportamientos lleguen a contar con cierta justificación social y sus "héroes" con la empatía de algunos que parecen admirar su espabile, osadía, astucia o viveza, en vez de indignarse y recriminar esa actitud.
Mi suegro, cuando daba con una persona cabal, competente, capaz, preparada, que dominaba su parcela profesional, decía "ésta es una persona de peso". Después de muchos años cada vez era menor el número de personas a las que regalaba tal sentencia. Ese es el cáncer social, la falta de confianza, la sensación de que tras cualquiera se esconda una posibilidad de engaño, de fraude, de trampa, que no abunde la gente de peso y sí quienes no nos ofrecen fiabilidad.
Leo, por ejemplo, que cinco directores de residencias geriátricas utilizaban las tarjetas sanitarias de residentes ya fallecidos para adquirir medicamentos de forma fraudulenta, por lo que han sido imputados y espero que, si son culpables, jamás puedan ostentar cargo semejante. ¡Directores!, a los que se debería exigir que fueran gente de peso y no gentuza con propensión al fraude, el engaño y la trampa. Y todavía habrá quienes les defiendan diciendo que buscaban el bien de sus residentes vivos, intentando justificar lo injustificable.
Lo siento, pero ese lado español me produce bastante indignación y asco.
Enlace:
http://www.elmundo.es/elmundo/2012/07/03/andalucia/1341311817.html
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¡Tu suegro era una persona de peso!
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