"¡MAESTROS CATÓLICOS!" (Página nº 700)

Si hubo una época reciente donde era casi imprescindible significarse política y religiosamente, como un todo indisociable, fue durante el franquismo. Sobre todo en un colectivo como el de los maestros, donde con un componente importante de republicanismo entre buena parte de ellos se sufrió durante y tras la Guerra Civil una importante labor de persecución, segregación, represaliado y suspensión laboral de todos aquellos señalados por tales.

En los siguiente años no sólo cabía demostrar esa "limpieza de sangre" sino que, además, procedían los alardes militantes que empujaban a esa ineludible identificación catolicista que impregnaba todo el régimen, y donde convenía, desde luego, adscribirse sin fisuras y públicamente a muchos de los docentes.

Por eso no es de extrañar que en 1953 aparezca esta noticia vinculada a Daimiel y que muestra esto que digo. No es la primera ni la última de estos actos de identificación y exaltación religiosa vinculada a los maestros pero ofrece una redacción que ahonda en esa idea del virtuosismo vinculado a esa dualidad enseñanza-religiosidad que tanto fomentó el régimen político-militar de entonces:

Y que duda cabe que marcaron décadas que determinaban aquellos rezos colectivos al entrar a clase, los propios libros de texto, toda la simbología que aún hoy persiste en algunas aulas y todo aquello que impregnaba la vida escolar que yo, por ejemplo, todavía viví como alumno. Si hasta el año 91 en los concursos de traslados de maestros se aportaban medios puntos por el Domund que, en ocasiones, terminaban siendo los que otorgaban esa diferencia que permitía obtener un mejor destino, a priori. Hoy, afortunadamente, los méritos exigidos son de otro tipo vinculados a la propia formación profesional e intelectual.

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