Cuando yo estudiaba en el Instituto "José Ruiz de la Hermosa", hoy renombrado agradablemente como "Ojos del Guadiana", las fiestas de Santo Tomas de Aquino, que se celebraban en torno a ese 28 de enero que el santoral concedía a su patronazgo, solían tener aún un valor ceremonioso, cultural y festivo capaz de hacerlas centro de la vida académica. En esos días se desarrollaban todo tipo de actividades que atraían no sólo a la mayoría de estudiantes sino también a sus familias. Además, como el Instituto de Formación Profesional, que ocupaba las antiguas instalaciones de Fisac, tomaba a San Juan Bosco, el 31 de enero, como propio patrón, ambas jornadas convivían y hasta se entroncaban para fomentar la convivencia.
A nuestra edad, quince o dieciséis años, aquellas fiestas eran toda una oportunidad a la que nos aferrábamos para bailar, alargar tímidamente la noche, alumbrar pequeños escarceos sentimentales y fomentar un sentido de pertenencia mientras buscábamos nuestro lugar en el mundo. Recuerdo conferencias, obras de teatro, torneos deportivos, conciertos, incluso mi primer premio literario en aquella edición que presidiera el jurado José Hierro.
Un año de aquellos, y gracias a la Obra Social de la Caja de Ahorros de Madrid, tuvimos la suerte de tener un concierto de Ana María Drack, posiblemente el primer concierto de cantautor que presencié. Puede que pocos recuerden a esta autora pero lo cierto es que en esa época alguna de sus canciones probaba a introducir una forma de canción protesta de bajo perfil pero muy pegada a la actualidad. Allí escuché aquella de "La bomba neutrónica" que, de alguna manera, fue la primera forma de posicionamiento antimilitarista que yo recuerdo, y que venía creada por esa nueva arma de destrucción masiva capaz, se decía entonces, de matar sólo a seres vivos y no ocasionar daño alguno en las edificaciones... ¡qué absurdo!
Hoy, casi por casualidad he encontrado la canción en youtube, y me ha recordado justo todo esto, aquellos maravillosos años setenta abriéndonos al mundo y demandando otro diferente, y ese primer alarde antiarmamentístico y pacifista tan natural de la adolescencia. Para los de mi quinta dejo aquí esa canción que formó parte de mi educación sentimental y que ya está casi completamente olvidada:
Con ese final, "la bomba neutrónica es maravillónica, la bomba neutrónica es casi platónica, la bomba meutrónica... es ¡super-cojó-ni-caaaaaaaaa!"
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