Que se acuñara científicamente el término "daimielización" para describir el proceso de degradación de un acuífero que llevó a la desaparición de un trozo del quinto río mayor del país y casi a todos los humedales de superficie no es sino la constatación de que por estos lares, por acción u omisión, se hicieron siempre las cosas bastante mal. Ojos del Guadiana, La Máquina, Zuacorta, Escoplillo, Griñon, Albuera, Puente Navarro, La Nava, etc... apenas quedan como nombres de ese rastro de ruina y desolación a la que se ha llevado la otrora hermosa y verde ribera del Guadiana "daimielizada" por políticas absolutamente abusivas y degradatorias.
De todo aquello, y a duras penas, sólo Las Tablas de Daimiel han logrado sobrevivir y no siempre de forma natural. Su rango, su nivel de protección, su extraordinaria naturaleza, le han permitido no sucumbir por entero a la daimielización general de nuestro paisaje.
Ahora anteponen la regularización de los pozos a otras actuaciones que puedan garantizar que este espacio natural conserve la categoría de Reserva Natural de la Biosfera que está en peligro. No se entiende, la verdad, porque llevamos más de treinta años regularizando pozos y lo único evidente es que, periódicamente, se legalizan la mayoría de los abiertos de manera ilegal sin que esas regularizaciones acoten el problema sino que se repitan y reproduzcan cíclicamente con nuevas perforaciones que incumplen la ley. Y si, por esta torpeza manifiesta, Las Tablas de Daimiel pierde esa calificación de Reserva Natural de la Biosfera volverán a ser el referente negativo de lo que hace la desidia, la incompetencia y la estupidez de quienes nos rigen con el medio ambiente, y en ese punto hubieamos necesitado de un Equipo de Gobierno más comprometido con Las Tablas y más beligerantes con los gobiernos nacional y regional.
Y es que el eterno conflicto de Daimiel con el medio ambiente tiene como únicos perdedores... a ambos.
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