Estoy de acuerdo. Fuera bálsamos. La realidad es que no hay brotes verdes. El desorbitado paro, el ingente cierre de empresas y comercios, el aumento de los desahucios, la progresiva precarización de los servicios públicos, la abrumadora deuda de todas las administraciones en cualquiera de sus ámbitos, el incremento porcentual de las personas que viven al borde o por debajo del umbral de la pobreza, son sólo datos que agostan cualquier brote y, sin embargo, no nos dejan la sensación de haber tocado fondo, ni mucho menos.
Hablan de una nueva recesión pero no creo que sea verdad. Es sólo una nueva depresión de la rampa de caida, una forma de intentar amortiguar el vértigo de ese precipicio cuyo fondo no atinamos a vislumbrar.
Pero lo curioso es que la clase política pretende, y lo va a conseguir, salir indemnes, culpando a la crisis, un ente abstracto del que pretenden presentarse también como víctima. Pero la crisis ha llegado de decisiones, no nos olvidemos, y las decisiones siempre han tenido autoría política, apoyando o presionados por los mercados, pero con responsabilidad final de los reguladores y los gobernantes.
Veremos el final de la crisis, por supuesto, pero no tenemos ni idea del punto de partida tras la devastación económica y social que aún queda por soportar. Y hay estarán ellos, postulados como adalides de la nueva etapa, perpetuando la impostura y el engaño.
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