Algunos asistentes al Gran Prix me contaban anoche lo mucho que habían reido y disfrutado en la plaza de toros con esa competición entre peñas. No hablaban con satisfación sino con verdadero entusiasmo y yo me alegré por ellos y, sobre todo, porque el coso taurino hubiera albergado un acto lúdico y festivo bien arropado por una buena respuesta de público y sin necesidad de maltratar de mala manera a unas pobres vaquillas como se hacía en los años anteriores.
Es pues un cambio a mejor, aunque en principio yo fuera reticente, no al cambio en sí, necesario a todas luces, sino a una alternativa que creía restringida sólo para disfrute de las peñas pero que por la respuesta de la gente no ha sido del todo así.
Ya el hecho de que no hubiera animales por medio merecía el aplauso del cambio porque, sinceramente, la suelta de vaquillas había degenerado en un bochornoso espectáculo, incluida agresión al concejal de turno, donde se sometía a los pobres animales a un acoso y derribo absurdo y a un maltrato inasumible y primario que nos avergonzaba a muchos. Pero, si además, su alternativa a conseguido enganchar, y por lo que me cuentan sí, pues habrá que celebrar el cambio como a mejor y felicitarse, y felicitar a los artífices, por ello.
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