Hay quienes piensan que por saber de memoria la primera línea del Quijote y tener una cierta idea del episodio del hidalgo con los molinos que no eran gigantes ya han leido la excepcional obra de Cervantes. De la misma forma creen conocer a las personas quedándose en el primer vistazo y recogiendo apenas unas palabras escuchadas. Se sienten convencidos de conocer profundamente lo que desconocen. Es esa forma peculiar de amoldar las cosas a nuestros intereses.
Pero ocurre que las cosas, la realidad, es mucho más compleja y rica de lo que esta costumbre simplificadora puede abordar y no sé si por comodidad o porque entrar al detalla les abrumaría persisten en la generalidad y la caricatura. Eso sí, disfrazada de superioridad, para no dejar ver lo precario del razonamiento.
Para otros es preferible utilizar ese recurso de si lo haría mejor que ese otro o si tan siquiera sería capaz de hacerlo. Eso supondría que si alguien no cocina debe considerar a todo el que lo haga intocable e impedirse a si mismo dar su opinión sobre lo cocinado, pero todos sabemos que cocinar no basta y que hay quienes cocinando lo hacen bastante mal, por lo que no es imprescindible saber cocinar para entender que alguna comida preparada sea deleznable e incomible.
Por eso, cuando se da una opinión, incluso aunque sea equivocada, cabría esperar una mínima argumentación que la sostenga o que rebata lo dicho por otro. De otro modo en poco cabe estimarla.
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