Posiblemente, en el plano teórico, sea bastante más fácil ser de izquierdas que de derechas. Se tiene a favor unos ideales más generosos y una cuota de simpatías más amplia ya que halaga los oidos de un vasto números de individuos que son copartícipes de esas demandas y que aspiran a ellas. Además ocurre que a nivel político la izquierda ha sido capaz de apropiarse de ese tipo de palabras-reclamo que sirven como banderín de enganche y ayudan, como pocas, al proselitismo político pues, tras la apropiación, suelen plantear que todo lo que no sea con ellos no puede darse. Quiero decir con esto que toman una posición de ventaja política porque se dirigen a una amplia base social, mucha más que la derecha, con términos bastate más movilizadores que pueda hacer esta y enerbolando propósitos que calan más fácilmente en la ciudadanía que, a priori, valora esos conceptos de igualdad, solidaridad, derechos, etc... porque forman parte de sus propias aspiraciones personales. Es pues, evidente, que ponerse a la cabeza de este ideario es mucho más sencillo y compensatorio.
El problema de gran parte de la izquierda es que el plano teórico no deja de ser una entelequia donde es sencillo acomodar buenos propósitos e ideales pero que, a la realidad me remito, es mucho más difícil mantener cuando se ha de pasar al plano de la práctica. Ahí, como dije en la entrada sobre la derecha, ser de izquierdas pasa en ese momento a ser más dificil porque se ha de traducir en hechos toda esa carga ideológica y entonces comprobamos como casi siempre estos ideales proclamados se van diluyendo, conformando apenas una fachada, una máscara, porque suelen sucumbir con facilidad a la inercia de un sistema político que derechiza, que vira con suma facilidad hacia la prevalencia de unos valores economicistas sin mecanismos realmente compensatorios. Digamos que se dejan ir sin excesiva resistencia a una dinámica menos humanista y apenas mantienen la pose obligada y un léxico de mano al uso con la esperanza de que siga siendo movilizador, pero apenas eso.
Los gobiernos de izquierdas en la España reciente han jugado a ese doble juego, han exacerbado desde la teoría los valores apropiados por la izquierda para fidelizar a sus simpatizantes y han claudicado en la práctica a su desarrollo, lo que enmomentos como ahora les ha llevado a encontrar como la decepción ha laminado sus opciones.
Y es que ser de izquierdas requiere, sobre todo, de convicción, de coherencia, pero también de realismo y autonomía, y no son muchos los que están en esa situación que no tiene fácil inserción en un sistema digamos que hostil o al menos, como he dicho anteriormente, mucho más afín a una percepción de lo que llamamos derecha. Mantener en el plano práctico el plano teórico es una tarea complicada porque, además, no es que las políticas de izquierdas sucumban, es que incluso los ciudadanos que defendían esas posiciones también han sucumbido a la inercia del sistema con enorme facilidad en cuanto social y económicamente han tenido oportunidad porque, no nos engañemos, como individuos es fácil caer en el hedonismo, la codicia y el egoismo, y arrumbar con los viejos ideales adoptando otros nuevos e, incluso, opuestos, y eso lo he conocido yo de primera mano.
La prueba del algodón de la izquierda, claro, está en el poder de decisión, radica en la gestión del poder. Hasta que no se tiene es muy fácil ser de izquierdas, es lo más fácil, pero con él es cuando se ha de ver la coherencia y la convicción, y por tanto la credibilidad de lo proclamado.
El problema de gran parte de la izquierda es que el plano teórico no deja de ser una entelequia donde es sencillo acomodar buenos propósitos e ideales pero que, a la realidad me remito, es mucho más difícil mantener cuando se ha de pasar al plano de la práctica. Ahí, como dije en la entrada sobre la derecha, ser de izquierdas pasa en ese momento a ser más dificil porque se ha de traducir en hechos toda esa carga ideológica y entonces comprobamos como casi siempre estos ideales proclamados se van diluyendo, conformando apenas una fachada, una máscara, porque suelen sucumbir con facilidad a la inercia de un sistema político que derechiza, que vira con suma facilidad hacia la prevalencia de unos valores economicistas sin mecanismos realmente compensatorios. Digamos que se dejan ir sin excesiva resistencia a una dinámica menos humanista y apenas mantienen la pose obligada y un léxico de mano al uso con la esperanza de que siga siendo movilizador, pero apenas eso.
Los gobiernos de izquierdas en la España reciente han jugado a ese doble juego, han exacerbado desde la teoría los valores apropiados por la izquierda para fidelizar a sus simpatizantes y han claudicado en la práctica a su desarrollo, lo que enmomentos como ahora les ha llevado a encontrar como la decepción ha laminado sus opciones.
Y es que ser de izquierdas requiere, sobre todo, de convicción, de coherencia, pero también de realismo y autonomía, y no son muchos los que están en esa situación que no tiene fácil inserción en un sistema digamos que hostil o al menos, como he dicho anteriormente, mucho más afín a una percepción de lo que llamamos derecha. Mantener en el plano práctico el plano teórico es una tarea complicada porque, además, no es que las políticas de izquierdas sucumban, es que incluso los ciudadanos que defendían esas posiciones también han sucumbido a la inercia del sistema con enorme facilidad en cuanto social y económicamente han tenido oportunidad porque, no nos engañemos, como individuos es fácil caer en el hedonismo, la codicia y el egoismo, y arrumbar con los viejos ideales adoptando otros nuevos e, incluso, opuestos, y eso lo he conocido yo de primera mano.
La prueba del algodón de la izquierda, claro, está en el poder de decisión, radica en la gestión del poder. Hasta que no se tiene es muy fácil ser de izquierdas, es lo más fácil, pero con él es cuando se ha de ver la coherencia y la convicción, y por tanto la credibilidad de lo proclamado.
(Viñeta de Javo, que ya utilicé para escribir que la derecha y la izquierda práctica son, en el fond, la misma cosa)
>j<
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