jueves, 4 de agosto de 2011

PASEO MATINAL (Página nº 131)



El lunes me acerqué, de nuevo, a Navaseca, laguna de doble alma entre lo que quiere ser y le dejan ser. Y lo mismo quedas varado contemplando la carrera de los flamencos para iniciar su vuelo rasante, buscando otro lugar del espacio inundado, que quedas inmerso en el griterío casi histérico de las cigüeñuelas que te consideran peligroso allí detenido al pie del encharcamiento, eso sí, mientras el olor fétido y penetrante vuelve a cuestionar cómo es posible ese derroche de vida.

Sobre mí, entonces, comienza a cruzar un grupo de diez o doce cigüeñas, una avanzadilla de otros grupos más que llegan casi a rebufo y en el que en el más numeroso de ellos cuento hasta cincuenta y un ejemplares. Todo un espectáculo aéreo de unas aves que cruzan ignorando la laguna.

¿Y si no llueve pronto? Me da por pensar en ello, temo nuevos episodios de botulismo a poco que repunten las temperaturas, porque el color y el olor del agua son lo que son y no cabe engaño. Contra lo que digan entiendo que no se ha hecho todo lo necesario en cuanto a la infraestructura de depuración por más que se cumplan los mínimos, según nos dicen, estándares quizá correctos para un aliviadero normal pero insuficiente para una laguna ahita de vida que merece un esfuerzo mayor y posible, pues me consta que pueden conseguirse aguas de mayor calidad puesto que existe tecnología para ello y, tal vez, si hubiese habido tanto interés por las infraestructuras básicas como por el afán urbanizador, mas por la inversión que por la recaudación, no andaría yo con estos pensamientos mientras caminaba por el perímetro de Navaseca mirando a los esquivos patos y las huidizas fochas sin desprenderme de ese hedor incómodo que delata el problema de un espacio, por ello, algo esquizofrenico.




Las fotos son de ese mismo día y pueden verse a mayor tamaño pinchando en ellas.

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