La sociedad suele conmocionarse y escandalizarse cuando se conoce la tragedia de un acosado que prefiere el suicidio a soportar sobre su persona nuevos actos de humillación y violencia, pero segundos después prefiere ignorar que, sin ese trágico final, son muchísimos más los acosados y acosadores que existen y que pasan casi siempre desapercibidos para la mayoría pero, aún peor, silenciados por quienes sí son testigos y partícipes indirectos de esos comportamientos abusivos y cobardes. Y resulta que cuando alguien finalmente muere muchos parecen recobrar la memoria y confesar que intuían o habían observado cosas extrañas y llamativas que llevaban a pensar lo que estaba sucediendo.
En general desatendemos las señales. A veces se minimiza, otras se ignora, algunas más nos parecen puntuales, y existe un temor lógico a catalogar y criminalizar a los presuntos acosadores y agresores apenas por una sospecha o un gesto. Y justo entre esas fronteras se desenvuelve la trágica historia de los acosados, entre los silencios y el miedo a equivocarse.
Hay quien dice que siempre ha existido el acoso escolar. Seguro que sí, que ha existido, pero eso no sirve para justificar que se siga produciendo y nunca podemos confiar la resolución a la capacidad del acosado para superar esos episodios porque, si no, seguiremos leyendo noticias como la reciente de Aránzazu y solo podremos aspirar a contar muertes.
El problema es que no es nada sencillo llegar a saber lo que está sucediendo si quien es acosado o quienes saben lo que está sucediendo no dan un paso valiente y lo ponen en conocimiento de quienes deben actuar: padres, profesores, servicios sociales, fiscales de menores y jueces, y que suelen ser quienes más tarde se enteran.
Lo que sí vemos es que se ceban con los aparentemente débiles, con los diferentes, con los vulnerables, y por tanto han de ser objeto de especial atención cuando observamos cambios, retraimientos, actitudes esquivas, que puedan ponernos en la pista de que algo sucede.
Pero en contra, vuelvo a decir, tenemos los silencios, las complicidades, las represalias a terceros, el acceso temprano a las redes sociales que se han convertido en un campo ideal para el acoso, la criminalización social del chivato, la socialización del abuso como normalidad. y a veces se complica con docentes que no han sido formados para detectar y actuar sobre estas circunstancias, masificaciones en los centros (se habla de que el instituto donde ha sucedido el último caso ha pasado en cinco años de 500 a 1200 alumnos con casi la misma plantilla docente), la carencia de instrumentos reales para atajar el problema desde las primeras escaramuzas, la actitud no siempre adecuada de los padres del acosador cuando asoma el problema, la inhibición administrativa en muchos casos. Demasiadas cosas en contra que permiten que prosperen comportamientos abominables.
Hay quienes prefieren buscar culpables y no culpas, quienes prefieren poner cara a los acusadores antes que poner medios para que esto no pueda suceder. En el fondo la sociedad condena solo cuando los hechos demuestran que se ha extralimitado el acosador/agresor porque mientras tanto parece ajena al problema. Y no cabe otra cosa que reconocer un problema grave, más extendido de lo que preferimos admitir y abordarlo con valentía antes que tener que lamentarse. Lo demás será seguir condenando las nuevas tragedias que sucedan y eso si que será perfectamente inútil.
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Si el acoso se produce en el entorno escolar, los principales responsables de poner el celo oportuno para detectarlo, evitarlo y corregirlo son los profesores. Los padres, en su medida en cuanto lo sospechan deben advertirlo de inmediato.
ResponderEliminarEl verdadero problema surge cuando quienes deben detectarlo, evitarlo y corregirlo no se quieren dar por enterados y no son capaces de reaccionar en tiempo y forma.
Casi siempre somos pues, los padres quienes debemos tomar drásticas medidas que nos llevan a "escapar" de ese entorno y, en contra de nuestras ideas y de nuestros principios buscar otras salidas correctoras con las que intentar reparar el verdadero drama sufrido .
¿ Y si los padres no saben o no pueden actuar? : La tragedia.
A diferencia de otros modelos que se centran exclusivamente en la víctima y el acosador, «KiVa intenta cambiar las normas que rigen el grupo —indica la profesora—. Dentro del grupo están los otros, esas personas que no acosan, que observan, que son testigos y que se ríen. A través de esa comunicación no verbal transmiten el mensaje de que lo que pasa es divertido o está bien, aunque tengan una opinión diferente. No hay que cambiar la actitud de la víctima, para que sea más extrovertida o menos tímida, sino influir en los testigos. Si se consigue que no participen en el acoso, eso hace cambiar la actitud del acosador. El objetivo es concienciar de lo importante de las acciones del grupo y empatizar, defender y apoyar a la víctima».
ResponderEliminarhttp://www.abc.es/familia-educacion/20150527/abci-programa-finlandia-acoso-201505261029.html
Martin Luther King dijo “No me preocupa tanto la gente mala, sino el espantoso silencio de la gente buena”.
Y en eso estamos aún.
De acuerdo totalmente contigo
EliminarEse es el camino
EliminarDesde mi punto de vista, creo que si se quieren repartir responsabilidades, habría que hacerlo entre los docentes y los padres de los alumnos (tanto de los acosados como de los acosadores). Yo sufrí el lado del acosado durante años, aunque no de manera muy bestia, pero sí he vivido junto con los que en aquel momento eran mis compañeros auténticas brutalidades. En el colegio los típicos matones se subían en las mesas y daban patadas en la cabeza a dos chavales (siempre los mismos) que ya vivían entre la resignación y el miedo. Todos los demás mirábamos y no decíamos nada pues se volvía en nuestra contra. Teníamos miedo de algunos compañeros, y sufríamos los insultos y contadas agresiones físicas por su parte. Y no, no era la era de Internet, ni de los videojuegos. Hace ya mucho de aquello. Se supone que un centro escolar debe ser un lugar seguro para los niños y no un lugar de tortura física o psicológica. Madres y padres deben hablar con sus hijos, con otros padres, e intentar averiguar cómo llevan sus relaciones personales. Creo que en este caso la confianza es esencial. En cuanto a los docentes, no me creo eso de que "no se enteren". Es imposible. O eso o yo tengo los sentidos muy desarrollado y suelo verlo. Pero muchos profesores son "cómplices" desde el momento en el que oyen como un chico se dirige a otro como "maricón" y no interviene (porque puede ser una mera expresión, pero lo mismo ese chaval es gay y está siendo humillado), cuando un chico le grita "puta" a una compañera y hacemos oídos sordos, cuando dejamos que las faltas de respeto sean permitidas en nuestra presencia dando de manera "indirecta" nuestra aprobación. Si un alumno que ha sido insultado en nuestra presencia ve que no hacemos nada, debe imaginar que merece ese tratamiento. No me voy a extender más. En EEUU tienen un grave problema de acoso escolar unido a suicidio. Os dejo un enlace de un programa que llevan a cabo para lugar contra el acoso en este caso, hacia la población LGTB. Es inevitable verlo y sentir que no lo estamos haciendo del todo bien con nuestros jóvenes. https://www.youtube.com/watch?v=6T_2Aog_qH0
ResponderEliminarLo que no se valora son las muchas veces que se detectan y resuelven casos de acoso entre compañeros en las escuelas. Y eso sucede cuando la información fluye y llega a quienes tienen que actuar. Llevo casi veinte años trabajando y he conocido muchos casos, la gran mayoría leves, en los que se actúa de inmediato en cuanto se tiene conocimiento. El gran problema es detectarlo y creo que en la edad que ya salen de los colegios (pubertad y adolescencia) el acoso es más complicado de detectar porque se hace de forma más sibilina y funcionan más esos códigos de silencio cómplices. No creo que ningún docente deje de implicarse si sabe lo que pasa. Y no hay que confundir lo que pasa en las clases con lo que pasa fuera de ellas, que es donde sucede la mayoría de los hechos, aunque sea entre gente del mismo centro o clase
ResponderEliminarLo de que no crees que ningún docente deje de implicarse , ¿lo dices por intuición o por conocimiento?
ResponderEliminarLos que lo hemos sufrido en nuestras propias carnes, o peor aun, en las de nuestros hijos constatamos todo lo contrario.