Ahora que los medios de comunicación nos cuentan con detalle, cedidos por sus respectivos equipos de campaña, lo que los líderes principales de los partidos van a hacer durante su jornada de reflexión, yo, y se me perdone el alarde, contaré la mía.
Uno le pide al sábado que empiece tarde y bien, de modo que para mí comenzó perfecto y sin entrar en más detalle. Un desayuno tranquilo y un pijama sin prisa dan paso a escribir unos cuantos nanorrelatos electorales aprovechando que hoy es el último día para colgarlos. De paso leo y contesto algunos comentarios del día.
Después me largo a Griñon, a reflexionar sobre lo que los políticos han hecho y deshecho en esta tierra. Es evidente que allí me cuesta encontrar razones para ir a votar porque la mano humana ha dejado una triste huella de ruina y canalizaciones. Pero siempre sucumbirá al poder de una naturaleza que encuentra, casi en las peores condiciones, espacio para aflorar su belleza y tratar de restañar esa herida. Y allí me distraigo y medito mientras un pequeño grupo de grullas cruza sobre mi cabeza y descubro una garza real tan sorprendida como yo de encontrarnos. Y en la hora larga que deambulo por este paraje descubro muchas más aves mientras trato de reconstruir mentalmente como era aquel espacio sesenta años atrás.
Llega la hora de comer y uno, que se reconoce en ese placer de la mesa, prolonga el tiempo del disfrute cuanto puede antes de sestear, otro deleite sobrevenido y sólo descubierto en los últimos años, mientras desordeno las secuencias de una película que es mera excusa para sumergirme en el sueño. Y aunque asisto al final, apenas ya entiendo nada ni me importa.
Luego corro a descargar las fotografías que, en ese paseo matinal por Griñón, he ido haciendo sin más intención estética que la de torpe aprendiz y rememorando, al paso, el momento de cada imagen.
Ahora escribo esto mientras llamo para quedar pues, a la noche, tenemos una cita ineludible con el viejo Krahe que, como dije, actuará en Ciudad Real, en la tetería Pachamama, para el centenar y pico de afortunados krahenitas que seguimos, desde hace décadas, las melodías cargadas de humor, amor e ironía de mi tocayo. ¿Qué mejor formar de cerrar una jornada de reflexión que escuchando las inteligentes canciones de este tipo singular? Después, y siempre hay un después, compartiremos una tertulia de amigos donde, estoy seguro, la política no tendrá cabida porque la saturación, al menos, tiene el efecto disuasorio de aproximarnos nuevamente a ella.
El resto ya será mañana y no tiene cabida en mi jornada de reflexión descrita. Eso me lo dejo para mí. Reflexionen y... acierten, si es que se puede.
*^*
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