lunes, 16 de mayo de 2016

LAS HUELLAS INVISIBLES (Página nº 3635)

Hay un rastro visible que dejamos con casi cada una de nuestras acciones. Nos suele pasar desapercibido, es cierto, y hasta somos capaces de apreciar mejor el de los demás. Lo vemos en el suelo, las paredes, los objetos, camuflada la autoría en el anonimato, pero también en el resultado de lo que hacemos, escribimos o creamos, esta vez con la autoría más definida, y lo cierto es que no siempre es agradable pero suele quedar asociado a lo que somos.
 
Sin embargo hoy quiero hablar de ese otro rastro invisible, las huellas que han ido dejando en nuestras vidas los demás y los acontecimientos que hemos vivido. No me cabe duda de que cada circunstancia deja una huella indeleble, por más que no parezca que nos percatamos, pero que han ido fraguando nuestra personalidad.
 
Es posible que de las más relevantes sepamos encontrar los vestigios y hasta poner cara a quienes lo protagonizaron pero de la mayoría no somos ni conscientes y difícilmente seríamos capaces de vincular las señales con alguien determinado. Y sin embargo están ahí, sí, invisible a los ojos pero rotundas en el carácter, en nuestra forma de ver y afrontar la vida.
 
En ese mapa de huellas invisibles está la familia, los amigos de infancia, la pandilla, los compañeros de clase, las gentes con las que mucho o poco convivimos a lo largo de la vida, nuestros amigos de ahora, nuestros compañeros de trabajo, nuestros vecinos, cientos, miles de personas que dejaron sin saberlo su indicio en nuestra vida y que, para bien o para mal, han marcado lo que somos. Aunque, como digo, rastrear su origen es imposible, fuera de aquellos hechos más significados, van con nosotros, operan al actuar, al enfrentarnos con la realidad. Un atlas silencio e invisible que portamos para siempre con nosotros.
 
Quizá no seamos conscientes de que, de la misma manera, también vamos dejando marcas indelebles sobre los demás y que hemos de ser cuidadosos en ese trato porque casi nunca es inocua la forma en que interactuamos con otros, aunque no nos puedan poner cara ni nombre cuando intenten explicar por qué hacen lo que hacen.
 
La vida es eso, un inmenso mapa de huellas invisibles que incrementamos cada día sin saberlo pero que nos define como nada otra cosa.


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