Porque no se debe olvidar el detalle de que la participación en esas elecciones ha caído desde el 73,65% de 2008 al 62,23% en 2012, más de 11 puntos que representan tres cuartos de millón más de posibles votantes que han declinado participar con su voto en este proceso electoral. Quizá de eso debieran preocuparse todos los partidos, el que ha ganado pero perdido, el que ha perdido pero ha vuelto a ganar, el que ha duplicado sus escaños y será decisivo en el gobierno y los que no han obtenido representación alguna. Ha ganado la abstención y eso en un país con convicciones haría replantearse muchas cosas a los políticos y analizar por qué la gente renuncia a un derecho, se aleja de este modelo político y gana en número a cualquier otra opción. Pero como aquí, al final, el reparto es el mismo, no hay demasiada esperanza de reflexión ni capacidad e interés en detener esa sangría de votos no dados.
Hoy algún tertuliano decía que entre miedo y corrupción los andaluces habían elegido corrupción. Me parece simplista porque los andaluces han empezado a decantarse por la deserción, por enajenar su derecho a votar quizá convencidos de que nada cambiará con unos, otros o los de más allá. Y esto es verdaderamente grave porque al inicio de la transición el valor del voto parecía la mejor conquista y hoy ya no es capaz de movilizar, lo que, como digo, invita a pensar en ello y tomar decisiones en consonancia para volver a implicar a los ciudadanos y hacerles verdaderos partícipes de las decisiones. Yo siempre he votado, excepto en unas municipales y por imposibilidad física de hacerlo, y creo que es irrenunciable pero, a pesar de eso, puedo comprender los motivos de quienes han dado el paso de abstenerse.
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Todos dicen ganar y todos perdemos. ¿paradojas del sistema!
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